miércoles, 21 de marzo de 2007

martes, 13 de marzo de 2007

propuesta

Propuesta de proyecto político Manuel Cabalga de Nuevo (cc.rr.)

Presentación

La organización política Manuel Cabalga de Nuevo (cc.rr.) basándose en las experiencias históricas de la lucha permanente de los oprimidos y explotados, contra la invasión y el colonialismo europeo (español) por parte de los pueblos originarios de nuestra América, en contra de el colonialismo absolutista de la corana por los primeros patriotas en especial por el pensamiento y la accionar de Manuel Rodríguez, en los regimenes oligárquicos y excluyentes de la llamada republica con el movimiento obrero a la cabeza, en contra de la dictadura militar creando resistencia por las grandes masas de oprimidos, hasta el día de hoy con la lucha en contra del estado neoliberal que con todos sus aparatos de dominación ( económicos, militar e ideológicos) y su gobierno imperial que buscan someternos a la globalización capitalista en sus diferentes formas, el eje central de todas estas luchas históricas tienen un elemento común, que es el intervencionismo imperial en sus diferentes expresiones.

Recogiendo el pensamiento político de los oprimidos, así como las demandas históricas de los Pueblos, que anhelamos cambiar las precarias e infrahumanas condiciones de vida, transformar las relaciones humanas, políticas, económicas y sociales, pasa necesariamente por la destrucción del Estado capitalista y la construcción de usa sociedad plurinacional y soberana; presentamos a la discusión este proyecto con un afán de generar una discusión y una herramienta a los oprimidos concreta alternativa al modelo y sociedad que no nos satisface como pueblo, esta es una estrategias para solucionar los graves problemas de dependencia económica, política, social y cultural, desde su forma en contenido radical.

Este Proyecto Político, es una propuesta alternativa al sistema neoliberal que presentamos, a toda la sociedad, a los pueblos originales y a los diferentes sectores sociales organizados o no, a los partidos políticos revolucionarios y consecuentes, a los obreros, campesinos, pobladores, mujeres, estudiantes, profesionales, intelectuales, religiosos, militares, niños/as y a la sociedad en general.

En este trozo de historia que nos toco vivir, son tiempos difíciles e impredecibles, en los que la pobreza, la miseria y la explotación se transforma y se recrudecen, el capitalismo en su nuevo modelo neoliberal favorece como siempre a la poderosos de siempre, nacionales o extranjeros que usurpan los bienes y recursos nacionales, Manuel Cabalga de Nuevo, convoca a todos los hombres y mujeres que luchan contra la injusticia social, la explotación económica, la dominación política, la discriminación racial, la violación de los Derechos Humanos individuales como colectivos, la destrucción de la madre naturaleza, y la destrucción del medio ambiente, etc.; a enarbolar el proyecto político que tiene como objetivo principal la construcción de una nueva civilización, con nuevos hombres y nuevas mujeres como soberanos de su presente y futuro, con una sociedad sin clases, que el motor de esta sociedad sea la solidaridad y los principios y la ética socialista.

La organización Manuel cabalga de Nuevo (cc.rr.) impulsa el presente Proyecto Político que no es otra cosa que nuestro instrumento teórico basado principalmente en el accionar; que es una guía de lucha del hoy y del mañana, hacia la construcción de la nueva civilización, mediante la construcción del Poder Popular, es decir la construcción como fin y como herramienta permanente desde abajo, creando voluntad, desarrollando nuestra conciencia revolucionaria como parte integrante del pueblo organizado.

Declaración política

Las voluntades de un numero creciente compañeros y compañeras hemos constituido una organización política nacional novel en su tiempo, pero que recoge la experiencia y la continuidad de años de lucha de todos los pueblos que combatieron y combaten la injusticia en pos de una sociedad mejor, a si mismos asumimos voluntariamente el legado heroico que nos entrego Lautaro y Capolican, el orgullo, la esperanza en la victoria de los padre de la patria simbolizado en Manuel Rodríguez, la enseñanza y porfía del movimiento obrero de Recabarren, la fe inquebrantable en el pueblo de Salvador Allende y la dignidad y valor de todos los miles de resistente en la dictadura de Pinochet y si mismo hacemos nuestro la oposición férrea de los cientos de colectivos e individuos que luchan contra este modelo neoliberal y globalizador capitalista en sus miles de formas.

El pensamiento que expresamos se basa principalmente en el marxismo - leninismo como instrumento de análisis del periodo de lucha de clases, complementado con los pensadores y políticos latinoamericanos que utilizando este método le han dado el sello de la integración latinoamericanista, convencidos que la acción y el pensamiento creativo y revolucionario si son correcto son uno solo.

La marginación, exclusión, discriminación y opresión en la que nos han sumido los señores del poder, los terratenientes, banqueros, grandes comerciantes y empresarios que han controlado y controlan el poder del Estado en lo político económico y militar del Estado unitario desconociendo los diferentes pueblo que habitan este territorio e imponiendo la cultura capitalista como único ponemos al descubierto la injusticia social y explotación económica en sus diferentes formas, el ineficiente y caduco sistema jurídico-político y administrativo entrelazado por el poder económico, así como el carácter antidemocrático del Estado y de las instituciones del poder.

Los objetivos políticos, pretenden garantizar el cumplimiento de nuestros derechos como oprimidos tanto individuales y colectivos, y propugnan el desarrollo de una civilización armónica y equilibrada de toda la sociedad en un marco de paz, justicia y libertad donde debemos construirnos como Nuevos Hombres para una Civilización.

Basados en la experiencia de los pueblos y oprimidos a los largo de los últimos cinco siglos que hemos resistido de invasión, opresión y explotación colonialista, oligárquica e imperialista neoliberal concluimos que:

  1. El actual modelo de Estado (neoliberal), los gobiernos de turno, los partidos políticos ortodoxos, la fuerza pública y los organismos administrativos y jurídicos son instrumentos de las clases dominantes para mantener sojuzgados a todos los sectores oprimidos la sociedad; impidiendo la participación política real y soberana. Negando los derechos que con sangre han sido alcanzado.
  2. El Estado burgués por su naturaleza jurídica, político y económico es excluyente, antidemocrático, represivo y pro-imperialista.
  3. las clases sociales postradas y relegados a niveles de vida infrahumana, y sometidos a miles de forma de explotación y opresión, tenemos un solo camino para solucionar nuestros múltiples problemas, y es la lucha decisiva por la liberación política y económica, y la construcción permanente del poder popular para construir la Nueva Civilización con Nuevos Hombres y Nuevas Mujeres.
  4. Los principios fundamentales de la Democracia: Igualdad, libertad, fraternidad y paz social no se han cumplido solamente la formalidad del papel la garantización de estos es tarea de todos y no de un Estado antagónico a las grandes masas de oprimidos.
  5. La resistencia histórica de los Pueblos ha sido un factor importante para el fortalecimiento y desarrollo político, constituyéndose en la base para la destrucción de las estructuras del actual sistema, pero el paso de la resistencia a la ofensiva esta determinado por el grado de conciencia y el nivel que haya alcanzado la construcción del Poder Popular.
  6. El mantenimiento de los rezagos económicos, políticos, sociales, psicológicos y culturales de la colonia por su carácter formativo y de dependencia; así como la hegemonía de los países de centro, el movientismo fomentado por los sectores burgueses impiden el desarrollo de las clases oprimidas y de la sociedad en general.
  7. En américa latina el problema del indígena, no es únicamente un problema de los indígenas, no es un problema antropológico, religioso, pedagógico, o administrativo como lo pretenden imponer los sectores dominantes: fundamentalmente es un problema económico, social-político estructural, y étnico-cultural; por estas mismas razones es un problema nacional y regional, que para solucionarlo requiere la participación activa de toda la sociedad, en especial de sus hermanos oprimidos, ya que lo indígena esta íntimamente ligada a su condición en el modo de producción y marginación de esta economía.

Nos hemos organizado para poner fin a siglos de opresión, miseria y pobreza; y tenemos como objetivo primordial construir una Nueva Civilización y la instauración de una sociedad que garantice el bienestar material y espiritual de la familia, de la comunidad y de la sociedad en general.

Nuestra lucha va más allá de las reivindicaciones sociales aisladas. Nuestra lucha propugna solucionar los postergados problemas de los oprimidos, de la tierra, el desempleo y la inseguridad social, de la vivienda, de la educación, de la salud, y la terrible lacra social que es la ideología egoísta e individualista que ha impuesto el capitalismo desde su origen como sistema.

Nuestro objetivo en la lucha no se reduce a la mera toma del poder o gobierno, sino a la destrucción de la sociedad capitalista en su naturaleza, excluyente, antidemocrático y represivo; y construir el poder popular impulsando los principios y ética socialista una nueva sociedad comunitaria, colectivista, igualitaria e Intercultural. Nuestra lucha es una opción frontal contra el sistema económico político e ideológico capitalista hegemónico, represivo y esclavizante, tanto nacional como internacional que impide la autodeterminación, y la independencia económica y política de los Pueblos; Nuestra lucha esta orientada a restablecer los derechos políticos, económicos y sociales individuales y colectivos negados por sectores dominantes, a través de todos los medios basados en la legitimidad que nos da o dará el pueblo oprimido.

Este es un proceso libertario, rebelde y subversivo que conquista espacio, que de la misma forma que se enfrenta y destruye Estado y sociedad va creando una nueva sociedad una Nueva Civilización con Nuevos Hombre y nuevas mujeres, este es un proceso dialéctico que se construye y mantiene desde los sectores oprimidos y marginados del país.

viernes, 9 de marzo de 2007

entrevista a Atilio Boron

Atilio Borón: América Latina experimenta todos los rigores de la nueva fase del imperialismo

Por Karina Moreno *

Entrevista para Revista Herramienta realizada en México a mediados del 2004 y revisada por el Dr. Boron. En esta entrevista el sociólogo argentino expone sus posiciones acerca de la actual etapa del capitalismo, las polémicas actuales sobre el poder y el Estado y movimientos sociales latinoamericanos, como el zapatismo, el MST brasileño y los piqueteros argentinos.


Karina Moreno: Presenciamos una reestructuración regresiva del sistema capitalista. En este contexto y desde América Latina, ¿qué nuevos elementos observas en la fase imperialista actual?

Atilio Boron: América Latina experimenta todos los rigores de la nueva fase del imperialismo. Este aparece ahora con ciertos rasgos novedosos, y no puede ser adecuadamente comprendido como si fuera lo mismo que antes y como si nada hubiera ocurrido desde los clásicos debates de comienzos del siglo xx. De lo cual brotan dos conclusiones. Por un lado, la necesidad de subrayar la importancia de estudiar, de conocer estas novedades. Entre ellas, en primer lugar, debemos mencionar el auge de la especulación financiera, que marca a fuego el funcionamiento del nuevo imperialismo y condiciona decisivamente y con una fuerte inclinación recesiva a la economía mundial. En segundo término, es preciso tomar en cuenta los alcances de la revolución informática en todos los terrenos, desde la producción material hasta la mal llamada "virtual", sus reflejos sobre los medios de comunicación de masas y sobre todo el papel de la nueva industria cultural en la legitimación del capitalismo. En tercer lugar, la consolidación de gigantescas empresas capaces de operar a escala planetaria y cuya dinámica fuertemente expansiva las lleva a penetrar en los más apartados mercados del globo. Por último, debemos señalar la divergente y asimétrica trayectoria experimentada por los estados capitalistas: debilitamiento en la periferia, fortalecimiento en el centro. Estas son las principales novedades que, por otra parte, he examinado detalladamente en mi polémica con Hardt y Negri, en "Imperio e imperialismo". Si los estados de América Latina hoy son sin excepción mucho más débiles que hace 20 ó 30 años, lo mismo no es el caso en el capitalismo metropolitano. En los Estados Unidos hubo una "estatización" de los más diversos aspectos de la vida social, particularmente acentuada a partir del 11 de Septiembre, a tal punto que las voces que se alzan alarmadas contra esta tendencia han adquirido una fuerza impresionante en los últimos tiempos. Suele decirse que en el ámbito europeo países como Francia, Alemania y todos los demás han experimentado un fuerte deterioro de sus capacidades estatales vis à vis los mercados, lo cual constituye un grueso error. Lo que ha ocurrido fue un proceso de transferencia de ciertos resortes de la soberanía estatal, sobre todo en el área económico-financiera, hacia la Unión Europea. Y ésta, más allá de la discusión de las jurisdicciones, de lo nacional y lo supranacional, se constituye como un verdadero superestado, de una fortaleza impresionante y dotado de grandes capacidades de regulación económica y social. Estas son, de manera muy sintética, las grandes novedades. Pero, como decía antes, hay que tener en cuenta que algunos de los viejos elementos del imperialismo todavía persisten. Contrariamente a lo indicado por ciertas teorizaciones tributarias de una concepción filosófica posmoderna, el imperialismo no ha desaparecido para ser reemplazado por un benévolo "imperio", o por una bucólica aldea global en la cual todos somos interdependientes. Todo lo contrario: lo que muestra la fase actual del imperialismo es un reforzamiento de las asimetrías propias de su etapa anterior y de las reglas del juego que lo organizaron desde la segunda mitad del siglo xx. Sólo un patológico empecinamiento podría ignorar la continuidad fundamental cristalizada en las agencias y normas que regulan el sistema imperialista. Allí están para demostrarlo las instituciones de Bretton Woods: el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Está también la Organización Mundial de Comercio, sucesora del difunto GATT. Allí también está toda la parafernalia de la industria cultural del capitalismo -diarios, televisión, academia, algunas instituciones de la "sociedad civil", etcétera- manipulando nuestros cerebros y corazones para convencernos de que vivimos en el mejor de los mundos, que el capitalismo es eterno y que simplemente expresa la naturaleza adquisitiva de los seres humanos. También están los gobiernos del G-7, utilizando todos los recursos disponibles para disciplinar a los rebeldes e inconformes e imponer, como bien lo recuerda el columnista neoconservador del New York Times, Thomas Friedman, con el puño visible de la fuerza estatal el funcionamiento de la mano invisible de los mercados cuando la labor de la industria cultural resulte insuficiente. Es por todo esto que hoy es fundamental profundizar en una discusión seria sobre el imperialismo. Que el capitalismo ha cambiado es indudable; y lo mismo puede decirse del imperialismo como su proyección concreta en el plano internacional. Pero ambos no se transformaron en su contrario, y continúan sembrando explotación, dolor y muerte a lo largo y a lo ancho del planeta.

KM: ¿Vale la pena en dicha discusión rescatar, para renovarlas, categorías tales como centro-periferia, como herramientas teóricas características de las teorías marxistas de la dependencia?

AB: Claro, pero esto no quiere decir que sean categorías que puedan ser utilizadas de la misma manera que en los años sesenta o setenta. Creo que es vital llevar a cabo una redefinición, porque en aquellos años la teorización de la dependencia tenía, en algunos casos, visos fuertemente "externalistas" que llevaba a concluir que no había espacio de decisión en la periferia y que todo el protagonismo pasaba por el centro, lo cual no era cierto antes ni es cierto ahora.
En la actualidad las nociones de centro y periferia han adquirido formas mucho más complicadas, como respuesta a la complejización de lo real. Hay fenómenos típicos de la periferia que se están dando en el centro -por ejemplo, pobreza, indigencia y formas extremas de exclusión social- y al mismo tiempo el funcionamiento del sistema hace que los intereses y ciertos sujetos de los centros metropolitanos estén fuertemente representados en la periferia. De forma tal que, me parece, es posible y necesario rescatar aquellas categorías, pero a condición de que no se trate de una expedición arqueológica que se contente con volver a instalar en el debate teórico de hoy las categorías tal como se utilizaban en el pasado, sin reelaborarlas y resignificarlas a la luz de los cambios experimentados por el modo de producción capitalista en los últimos treinta años. El centro se ha complejizado enormemente y lo mismo ocurrió con la periferia. Por otra parte, los vínculos entre uno y otra cambiaron, si no en su direccionalidad, al menos en las modalidades de ejercicio de las relaciones de dependencia y sometimiento neocolonial.

KM: ¿Cómo ves la evolución de la relación entre Estados Unidos y América Latina; pensás que la región será escenario de nuevos intentos de agresión ante el fracaso en Iraq?

AB: Hoy el sistema imperialista funciona sin tener referentes alternativos, como en el pasado lo eran la Unión Soviética y lo que, de manera muy laxa, podía denominarse como campo socialista. Contrariamente a las ilusorias expectativas tan publicitadas -¿alguien recuerda el discurso norteamericano sobre "los dividendos de la paz" y su papel en promover un orden internacional más justo una vez terminada la Guerra Fría?- En los años noventa, y sobre todo después del 11 de septiembre, el sistema si algo ha demostrado es ser mucho más feroz, sanguinario y agresivo de lo que era antes. El capital recorre incesantemente el mundo y continúa buscando nuevas oportunidades para maximizar sus ganancias, y no se detiene, aunque su frenesí por el lucro requiera practicar abiertos o encubiertos genocidios, destruir irreparablemente el medio ambiente o agotar los recursos naturales. Vistas las cosas desde esta perspectiva, es fácil comprobar la existencia de un área privilegiada, de excepcional importancia para el imperio y en la cual es preciso mantener un férreo e indisputado control. Esta área es América Latina y el Caribe. Así como Roma podía tolerar amenazas en las provincias más alejadas del imperio pero era absolutamente intolerante con quien osara amenazarla desde el Mediterráneo, como lo demuestra la destrucción de Cartago, los Estados Unidos hacen gala de la misma actitud y nuestra América tiene por eso mismo una importancia extraordinaria para Washington. Lo que podría ser eventualmente tolerado en Africa o en Asia -¡pensemos en el programa nuclear de Corea del Norte!- desataría en América Latina una respuesta de una ferocidad inaudita. Y esto a pesar de que la propaganda de Washington diga lo contrario, insistiendo en que nuestra región es irrelevante, que no gravita en el escenario mundial, que no produce bienes estratégicos para la civilización capitalista, etcétera. Tales razonamientos fueron y son utilizados por quienes desean que nuestros países se conviertan en colonias de los Estados Unidos.
Esto ocurrió en la Argentina con la teoría de las "relaciones carnales" durante la época de Menem y ocurre, tal vez con matices menos escandalosos en el plano discursivo, con la gran mayoría de los países de la región que, salvo las honrosas excepciones de Cuba y Venezuela, se alinean con las políticas dictadas por Washington. En realidad, en la medida en que todos los gobiernos de la región obedezcan sin chistar lo que ordene la Casa Blanca, el diagnóstico oficial norteamericano resulta correcto y entonces América Latina está en el quinto o sexto lugar en la agenda de prioridades de los Estados Unidos. Sin embargo, basta que un gobierno de un muy pequeño país de la región haga algo, o insinúe hacer algo que cuestione las directivas de Washington para que América Latina salte al primer plano de la agenda de la política exterior americana. Esto lo han documentado hasta el cansancio Noam Chomsky y toda una pléyade de estudiosos sobre la materia, desde Gregorio Selser, Eduardo Galeano y Agustín Cueva hasta Pablo González Casanova y Víctor Flores Olea, para mencionar apenas unos pocos. Recordemos la obsesión norteamericana durante todos los años ochenta sobre el "gravísimo peligro" que la Nicaragua sandinista planteaba a la seguridad nacional de los Estados Unidos, lo que igualaba la atención y los recursos que la Casa Blanca destinaba monitorear la situación de la Unión Soviética en tiempos de Mijaíl Gorbachov. Recordemos también la gran operación militar lanzada por Ronald Reagan en octubre de 1983 en contra de la "mortal amenaza" que el gobierno de Maurice Bishop en Grenada, ¡país perteneciente a la Comunidad Británica de Naciones!, representaba para los Estados Unidos, lo que motivó que ese pequeño territorio de menos de cien mil personas en ese momento fuera invadido por una fuerza de unos dos mil efectivos norteamericanos. Para representar gráficamente la magnitud del esfuerzo desplegado por los Estados Unidos para contener tal amenaza téngase en cuenta que esto equivaldría, tomando en cuenta los datos poblacionales relativos de Grenada y Estados Unidos, a que un ejército extranjero de 5 millones de hombres hubiese invadido el territorio norteamericano. Eso fue lo que hizo Washington en uno de los países más pequeños de una región que, según la propaganda oficial, carece de toda importancia. La excepcional importancia de América Latina se fundamenta asimismo en el hecho de que cuenta con uno de los más vastos depósitos de petróleo y las más inmensas reservas de agua potable de la humanidad, fuente segura de futuras guerras. Que alberga en su territorio una fabulosa biodiversidad y, además, que por su ubicación geográfica puede desempeñar una irreemplazable función protectora del territorio continental norteamericano. Todo esto, de paso, desmiente como puras habladurías toda esa seudocientífica argumentación sobre la "virtualidad" del imperialismo y su desterritorialización, cuestiones éstas que no responden a un análisis riguroso de lo que acontece tanto en el terreno económico como en el militar. Para los Estados Unidos el control territorial de América Latina es prioritario: de ahí la agresividad contra Cuba, sostenida durante cuarenta y cinco años, y la embestida creciente contra Venezuela. Por último, para quienes aún tengan dudas sobre la importancia de nuestra región conviene recordar que no hay ninguna otra área del mundo en donde, tan tempranamente como en 1823, los Estados Unidos hubieran forjado una doctrina como la Monroe que sirviera como directriz política cardinal para garantizar los intereses americanos en la región. Piénsese, por ejemplo, que una doctrina norteamericana sobre África o sobre Asia, no aparecería sino hasta la segunda mitad del siglo veinte. Si somos tan irrelevantes, ¿cómo explicar tanta y tan precoz atención?

KM: Desde el discurso neoliberal, la derecha comenzó anunciando casi apocalípticamente varios fines: el de la historia, el de las ideologías y también, el del Estado-nación. Recientemente, algunos pensadores marxistas como John Holloway o Michael Hardt y Toni Negri plantean abandonar el "estadocentrismo". ¿Cuál es tu opinión al respecto y sobre el análisis teórico del Estado?

AB: Pienso que una cosa es el estadocentrismo, un exceso que hay que vigilar y corregir, y otra bien distinta es caer, a causa de ese peligro, en la negación de la importancia del Estado.En lo personal he venido debatiendo estos temas desde hace ya un tiempo con aquellos autores. En resumen, te diría primero que no comparto para nada la "estadolatría," ese vicio que, siguiendo a Marx y Engels, Gramsci criticara con tanto acierto y del cual hacen gala algunos sectores de la izquierda que parecen desconocer lo que la tradición marxista afirma en relación al Estado. Segundo, que pese a ese rechazo y a nuestro disgusto, mientras vivamos en una sociedad de clases será imposible sacarnos al Estado de encima, dado que es precisamente él quien organiza la dominación de las clases dominantes. Tal como lo examináramos ampliamente en el pasado, el Estado es un fenómeno multidimensional: (a) coagulación institucional de una correlación de fuerzas mediante la cual una alianza de clases y grupos sociales prevalece sobre el resto;(b) escena privilegiada de la lucha de clases; (c) conjunto de aparatos burocráticos dotados de fuertes capacidades de intervención en los más diversos ámbitos de la vida social;(d) expresión ideológica de la "voluntad general de la nación";(e) garante final del statu quo mediante el monopolio de la violencia legítima. Pero, en su conjunto, su finalidad esencial es garantizar la preservación de una sociedad basada en relaciones de explotación. En función de todo lo anterior, y esta es la tercera aclaración que quería hacer, el Estado también será un mal necesario durante el prolongado período de transición que se extiende desde el momento en que las clases explotadas se convierten en clase dominante, es decir, desde el triunfo de la revolución socialista, hasta que se consume el proceso de disolución de la sociedad de clases y el Estado, por eso mismo, se extinga y sea reemplazado por un conjunto de instituciones de un tipo radicalmente distinto. Como consecuencia de todo ello es que me resulta altamente incomprensible la actual "estadofobia" que prevalece en algunos círculos de la izquierda. El rechazo al Estado, la invocación metafísica a un "antipoder" o a un "contrapoder," lejos de favorecer las luchas populares no hace sino perjudicarlas, al sembrar una paralizante confusión que, a la larga, termina desarmándolas ideológicamente. Pensar en un renunciamiento histórico al Estado antes de consumada la revolución y antes de haber completado todo el período de transición hacia una sociedad posclasista me parece simplemente un ejercicio intelectualmente estéril y políticamente vacío. En otras palabras, si de lo que se trata es de combatir al Estado actual, al Estado capitalista, lo que se necesita es potenciar las posibilidades y la fuerza de las organizaciones de las clases y capas populares, y eso durante un largo período histórico. Ahora bien:
¿dónde puede ocurrir tal cosa sino en el seno del Estado? ¿Cuál otro ámbito social, aparte del Estado, permite la organización de las clases y capas subalternas, y no tiene más remedio que aceptar la imposición de criterios medianamente democráticos? ¿O es que acaso se postula, subliminalmente, que dicha tarea podrá hacerse en el mercado o en la sociedad civil? Hablar de una sociedad civil, tan exaltada por algunos pensadores de la izquierda, es hablar de una sociedad de clases, algo que parece olvidarse en el romanticismo que impregna muchos análisis sobre el tema. Este ha sido, precisamente, uno de los ejes del debate con Holloway e, indirectamente, con el propio Frente Zapatista. Personalmente, creo que esa exhortación a la sociedad civil es sumamente engañosa, porque la misma está compuesta también por la derecha reaccionaria, los terratenientes, la burguesía asociada al imperialismo, los paramilitares, los medios de comunicación -¡y de confusión!- de masas, y toda una serie de agentes sociales que para nada estarán dispuestos a colaborar en un proyecto de emancipación social. Todo eso está en la sociedad civil. Además, la estructura de la sociedad civil está marcada por jerarquías y asimetrías de todo tipo, fundadas, como es sabido, en el hecho de que es la expresión, en el terreno de la sociedad, de un modo de producción inherentemente predatorio y explotador como el capitalista. De manera que depositar esperanzas democratizadoras en la sociedad civil me parece, francamente, un despropósito mayúsculo. El remate del razonamiento anterior nos conduce a la recuperación de la importancia del Estado, pero sin por ello pensar que es ése el único ámbito posible de actuación de las fuerzas populares. ¿Cómo ignorar las múltiples formas de organización autoconvocadas y autogestionadas que se desarrollan en muchos casos completamente al margen de la institución estatal, y en otros en algunos en sus intersticios? Pero lo que tampoco se puede ignorar es que aún en estos casos la centralidad de la toma del poder estatal no puede estar ausente en la agenda de esas organizaciones. Un movimiento popular que, por ejemplo, tenga el propósito de construir un mundo nuevo no puede renunciar a pensar en una estrategia de poder para conquistar el Estado, haciendo caso omiso de que éste es el punto de máxima concentración del poder de la dominación mundial de la burguesía y de la dominación nacional de las clases dominantes. Al renunciar a la conquista del Estado dicho movimiento estaría condenándose a sí mismo a la irrelevancia.

KM: ¿Cuál es el rol del Estado-nación (debilitado) en la actualidad y por qué resulta tan importante hoy comprender su centralidad?

AB: El Estado ha cumplido, y sigue cumpliendo, un papel fundamental en la reproducción del capitalismo. En la fase actual, ¿quién ha promovido incansablemente la desregulación financiera, la apertura económica, la liberalización de los mercados, el desmantelamiento del propio Estado? ¿Fueron acontecimientos que brotaron de la nada, fueron obra de los mercados o, por el contrario, fueron los resultados de políticas estatales firmemente establecidas e impuestas contra viento y marea en todos los países con el respaldo de los gobiernos de los países más poderosos del planeta? Pese a todos estos cambios y al debilitamiento que los estados nacionales sufrieron en la periferia del sistema capitalista, su papel sigue siendo de gran importancia. No se sostiene el capitalismo neoliberal globalizado sin el apoyo administrativo, político y militar de los estados. Y esto lo entendió muy bien la derecha norteamericana, pese a que en el pasado había abrazado las concepciones anarco-liberales de Nozick que clamaban por un "Estado mínimo". Cuando hablamos, como lo hace González Casanova, de un neoliberalismo armado o de guerra, ¿quién tiene las armas, quién hace las guerras? ¿Microsoft, McDonald’s, Intel, o el Estado norteamericano? Ahí queda claro que el papel del Estado en la preservación del sistema es de una enorme importancia. Pero también lo es porque, pese a su carácter de clase y a su función de dominación, no puede sino expresar las contradicciones del capitalismo, cosa que se observa en la preservación de ciertos derechos ciudadanos a la educación, a la salud, a la seguridad social; o en el sostenimiento, en algunos países, de ciertos espacios públicos mínimamente democráticos en la constitución política del Estado o en materia de comunicación, desarrollando, por ejemplo, un sistema público de radio y televisión capaz de vehiculizar las voces de las clases dominadas. Sin embargo, el Estado en América Latina se ha ido desnacionalizando -no en el sentido de llegar a perder control dentro de su propio territorio, esto es muy discutible y totalmente relativo- sino en el sentido de que se extranjerizó la economía y, consecuentemente, se extranjerizaron cada vez más las clases dominantes, sirviendo por lo tanto a intereses ajenos a los que, con mucha cautela, podríamos denominar como "nacionales". Que en un país como Cuba haya sobrevivido un Estado nacional capaz de resistir casi medio siglo de agresiones imperialistas de todo tipo demuestra, entre otras cosas, la vitalidad y la importancia práctica que todavía conservan, en esta era de la globalización, la defensa de los intereses nacionales y de la identidad nacional.

KM: Durante las décadas del ochenta y noventa la teoría y el discurso crítico se ha dedicado a "denunciar" las aberraciones a las que el neoliberalismo nos sometía. Sin embargo, podemos reconocer a estas alturas que no alcanzó y que la fuerza del discurso dominante fue mayor: el neoliberalismo habría logrado algunas victorias, tanto en el terreno cultural como en el ideológico. En este contexto, ¿en qué dirección tendrían que ir fundamentalmente las estrategias que la izquierda tiene por delante?


AB: Aquí se plantea el tema de la victoria ideológica del neoliberalismo, que ha tenido un fracaso rotundo en materia económica. Esto es fácil de demostrar, por ejemplo, si se realiza un análisis de la economía mexicana desde 1982 hasta el 2003. Durante esos veintiún años se vivió bajo la aplicación estricta del modelo neoliberal. Resultados: el producto per cápita creció el 0,3% en 21 años. Entiéndase bien: no 0,3 % por año, sino 0,3 % en veintiún años, y eso gracias a que más de diez millones de mexicanos emigraron hacia Estados Unidos y sostuvieron el nivel de la economía en México con remesas que, antes del gran aumento del precio del petróleo, casi equivalían a los ingresos petroleros del país.

El fracaso económico del neoliberalismo ha sido rotundo también en Argentina, que durante los años noventa fue el país modelo. Recordemos el discurso de despedida del director gerente del FMI, Michel Camdessus, cuando elogia al Gobierno argentino en el año 1998 -¡no en 1991, sino en 1998!-, diciendo que la "Argentina era un país ejemplar, que hizo las grandes reformas, que el presidente Menem reconcilió la economía de mercado con la democracia y el movimiento popular". Todo lo cual aseguraba para ese país, según Camdessus, un venturoso ingreso al siglo xxi. Poco después se produjo el impresionante derrumbe de todas esas ilusiones. Inclusive en el caso chileno, tan bien publicitado, tan bien vendido con una operación de mercadeo político extraordinaria, diversos indicadores demuestran que luego de treinta años de primado del neoliberalismo la distribución del ingreso ha empeorado y la brecha que separa a ricos de pobres se ha profundizado, según lo confirma en un trabajo reciente Ricardo French Davies. Por otra parte, si algo demuestra también el caso chileno es la extrema vulnerabilidad de un modelo basado en la ficción de que se puede alcanzar el desarrollo económico deprimiendo el mercado interno y concentrando exclusivamente los esfuerzos en la conquista de mercados externos.
En resumen, si en México, Argentina, Chile, y podríamos agregar Bolivia, el neoliberalismo produjo tales resultados, ¿dónde fue que triunfó? Pues bien, triunfó precisamente en el terreno ideológico. Ganó, por ahora, la batalla de las ideas. Aquí me parece que sería interesante estudiar la decadencia del neoliberalismo a la luz de la historia latinoamericana, siguiendo algunas ideas de ese gran sociólogo ecuatoriano y durante tantos años maestro de la UNAM en México, Agustín Cueva, cuando estudiaba el ocaso de la hegemonía oligárquica, en su libro El desarrollo del capitalismo en América Latina, publicado en 1976.
Allí Cueva demostraba cómo en nuestros países la hegemonía oligárquica se derrumba, especialmente en los países del sur, con la crisis del 29. Sin embargo, él comprueba que las ideas oligárquicas perduran por lo menos treinta años más. Me parece que en la actualidad Latinoamérica atraviesa un proceso muy parecido, si tenemos en cuenta que, pese al evidente fracaso del modelo, la vigencia de las ideas neoliberales prosigue su curso, y penetran y colonizan los más diversos ámbitos de la vida social, hasta los partidos de izquierda o de centroizquierda. Podemos dar varios ejemplos: el caso del PRD en México, del Partido Socialista en Chile, del PT en Brasil. Al respecto es instructivo traer a colación una frase del ministro Antonio Palocci, cuando ni bien jura como ministro de Hacienda del nuevo gobierno de Lula declara que: "Vamos a cambiar esta economía sin cambiar la política económica". Poco después, todo el mundo se da cuenta de que lo que dijo es una tontería, pero nos ilustra acerca de la penetración del neoliberalismo en estas fuerzas políticas, a las que habría que agregar, aparte de las mencionadas, el PRI mexicano, el MNR boliviano y el peronismo argentino. En conclusión, es a partir del reconocimiento de esta fenomenal hegemonía ideológica del neoliberalismo, de su triunfo en el plano de las ideas y en la sociedad civil, que la agenda de la izquierda tiene que colocar al tope de sus prioridades librar esa gran "batalla de ideas" a la cual Fidel Castro nos viene convocando desde hace tanto tiempo.

KM: Mucha militancia de izquierda insiste en una búsqueda cuasi religiosa de referentes teóricos. En ese contexto podría inscribirse el peso desmesurado que han tenido los trabajos de Toni Negri y John Holloway, apoyado sobre todo el primero, por la anuencia de la crítica positiva y la propaganda de los representantes de la ideología dominante. Tu opinión acerca del concepto de multitud y de antipoder de Holloway.

AB: Mi opinión respecto del concepto de multitud y antipoder es muy crítica, tal lo desarrollé en un trabajo que se publicó en la revista Memoria de México. Para comenzar diré que no creo que multitud sea un concepto útil y valioso para las ciencias sociales. Cuando yo lo dije, a propósito de mi polémica con Hardt y Negri, mucha gente me criticó acerbamente. Pero, pero por suerte para mí, poco después salió una entrevista de Michael Hardt en donde éste decía que la categoría de multitud era un concepto poético, que no tenía nada que ver con la teoría social. Es textual, "poético". Eso no lo dijo Negri, pero lo dijo Hardt. Entonces, no es un concepto serio porque, en realidad, poco se sabe de cual es el contenido sociológico del fenómeno de la multitud. ¿Una multitud formada por quienes, pertenecientes a qué clases? La multitud existe como fenómeno, sin duda; pero lo suyo se caracteriza por su vaguedad y por su fugacidad. Una multitud puede ocasionar una revuelta, pero jamás producirá una revolución.
Una revuelta, por ejemplo, como la argentina del 19 y 20 de diciembre del 2001, que puso fin al gobierno de De la Rúa y a la gestión de su ministro de Economía, Domingo F. Cavallo. Sin embargo, luego de tales logros el neoliberalismo prosiguió su marcha impertérrito en la Argentina. Esto debería haber sido un llamado de atención para Hardt y Negri, pero hasta ahora parecen no haber tomado nota de las enseñanzas que deja la experiencia argentina en esta materia.
En segundo término, en lo que concierne al antipoder, pienso que es un concepto totalmente romántico, que no tiene ningún referente empírico. Ninguno de estos autores, sea en el caso de Holloway -que es un amigo entrañable-, o en el de Hardt y Negri, hacen un análisis sobre el problema del contrapoder o del antipoder a la luz de algunas experiencias claves teorizadas de manera muy seria en la teoría marxista. Por ejemplo, resulta incomprensible el abordaje de temas como ése haciendo abstracción de las enseñanzas derivadas de la Comuna de París, el surgimiento de los soviets, o la problemática del poder dual en 1905 y 1917 en Rusia. Por ende, son teorizaciones débiles y es bien poco lo que podemos esperar de ellas. Se trata de temas, palabras, discursos que se pusieron de moda, pero no alcanzo a discernir el papel que ellos podrían tener en la reconstrucción del pensamiento socialista.

KM: ¿Cuál es tu opinión acerca de los movimientos tan divergentes que irrumpen en la escena política latinoamericana, como el EZLN, el MST o los piqueteros en Argentina?
¿Cuáles son sus límites y potencialidades?

AB: Creo que son movimientos muy significativos pero muy diferentes por su composición social, sus formatos organizativos y sus estrategias y tácticas de lucha. Pero, más allá de estas variaciones habría que comenzar diciendo que ellos han ejercido una saludable influencia en la vida pública de nuestros países, si bien ahora siento que deben enfrentarse a formidables desafíos que, probablemente, limiten las posibilidades de su futuro protagonismo en el marco de la política nacional. Comencemos por el caso del zapatismo en México, un admirable movimiento dotado de una fuerza simbólica extraordinaria y que ha inspirado a millones de personas en todo el mundo a lanzarse a la lucha contra "los señores del dinero." Tan sólo por eso el zapatismo merece todo nuestro respeto. Pero, si dejamos el terreno axiológico y pasamos al plano político, uno comprueba que ya han pasado veinte años desde la conformación del Ejército Zapatista de Liberación Nacional y diez años de la insurrección en Chiapas y las condiciones de opresión y explotación que padecen los indígenas mexicanos, incluso exclusivamente en Chiapas, poco han cambiado. Tal vez en las comunidades zapatistas, pero hay que recordar que no todas las comunidades que hay en ese Estado se identifican con el zapatismo. Por supuesto que sería absurdo y profundamente injusto exigir grandes resultados, olvidándose de que se trata de una larga, muy larga lucha y que las condiciones que oprimen a esas poblaciones se estructuran en el plano nacional e internacional y que, por lo tanto, una lucha localizada difícilmente podría cambiarlas. Dadas estas restricciones, lo que los zapatistas hicieron para mejorar las condiciones materiales y espirituales de las poblaciones indígenas es un logro insoslayable. Logro que se sitúa más en el terreno de la conciencia y de la ideología que en el mundo material. Es ahí donde su revolución, la "revuelta de la dignidad", cosechó los mejores frutos y donde su ejemplo se irradió por todo el mundo. En el terreno económico, en cambio, su impacto fue mucho más modesto y en el político, a casi once años de su aparición su incidencia en el plano nacional es sumamente limitada. En este sentido creo que sería útil señalar que la trayectoria del zapatismo describió una parábola que sucintamente podría describirse así: estupor y sorpresa generalizadas a comienzos de 1994; creciente entusiasmo y apoyo de amplios sectores de la población mexicana -y del resto del mundo- en los años subsiguientes, a punto tal que los zapatistas, y sobre todo Marcos, se convierten en un verdadero ícono que identifica a las protestas contra el neoliberalismo en todo el mundo. A esto sigue un período de relativo estancamiento que se interrumpe con el lanzamiento de la gran caravana que recorre el país y llega triunfalmente al Zócalo de la ciudad de México en marzo del 2001. Este es, a mi modesto entender, el minuto clave, porque generó una enorme expectativa en todo el país. La caravana constituyó un bellísimo ejemplo de eso que Gramsci llamara "momentos de vida intensamente colectiva", y que debía aprovecharse lanzando, ahí mismo, una gran organización política dispuesta a luchar por el poder en el plano nacional. Por supuesto que esto no dependía sólo de los zapatistas, pero no se hizo. Si ellos lo hubieran hecho habrían obligado a la izquierda tradicional por lo menos a expedirse y a tener que enfrentar el debate. En lugar de eso, y de manera sorprendente, la caravana decidió abandonar la ciudad de México y regresar a Chiapas, desperdiciando una inmejorable oportunidad. Luego sobrevendría una nueva etapa marcada por el silencio y la casi desaparición del zapatismo de la escena política y mediática -no en la vida cotidiana de las comunidades, por supuesto-, sólo alterada por la introducción de los caracoles como nueva forma de gobierno en las comunidades.
Resumiendo: el zapatismo no consiguió forjar un sistema de alianzas que posibilitara una modificación del cuadro político mexicano. Sus luchas no lograron incidir de tal manera que precipitasen un sostenido avance de las fuerzas populares y de las alternativas al capitalismo neoliberal. Por supuesto, esto dependía en gran medida de lo que aquéllas estuvieran dispuestas a hacer. Y los partidos y organizaciones de la izquierda tradicional mexicana, duele reconocerlo, no estuvieron a la altura de los desafíos que planteaba la emergencia del zapatismo. En lugar de conjuntar fuerzas, potenciaron sus respectivas debilidades y la consecuencia fue el avance impetuoso de la derecha. Sería un error, amén de una tremenda injusticia, atribuir esta frustración a los problemas estratégicos y tácticos del zapatismo. Pero lo cierto es que la nueva alternativa originada en las montañas del sureste mexicano no ha logrado todavía arraigarse en el espacio más amplio de la nación, suponiendo que éste hubiera sido su objetivo lo cual, lo admito, puede no haber sido el caso. Más allá de la simpatía y la solidaridad que merece el zapatismo, creo importante anotar lo que, a mi juicio, son algunos errores de estrategia política y de diagnóstico sobre la situación real de México. Señalemos apenas dos: primero, la ya mencionada retirada del Zócalo cuando lo aconsejable hubiera sido quedarse y capitalizar ese momento excepcional que se estaba viviendo en México; segundo, los errores de diagnóstico contenidos en algunas declaraciones y documentos del EZLN que proyectan la imagen de un México concebido como país indígena-campesino, lo cual es sociológicamente incorrecto. Puede haber sido así hace un siglo, aunque lo dudo. Pero hoy en día tal caracterización no se corresponde con la realidad y mal puede servir como brújula para impulsar un proceso de transformaciones como el que México necesita. De todas maneras, el zapatismo ha sido una de las buenas cosas que le han ocurrido a América Latina y a México. Un soplo fresco, que tanto necesitábamos, que nos ha servido para pensar cosas nuevas, romper viejos moldes y fomentar la audacia de la imaginación socialista. Por eso, yo creo que hay que solidarizarse con su lucha, que es absolutamente justa; pero apoyar su lucha no equivale a abandonar el pensamiento crítico. La comparación con el caso del Movimiento de los Sin Tierra (MST) del Brasil puede ser sumamente ilustrativa. Hay muchas diferencias entre ambos movimientos, pero hay una que me parece crucial: mientras el zapatismo ha optado por el rechazo sistemático a toda vinculación con las autoridades políticas del Estado, tanto en el plano nacional como en los niveles inferiores de la organización política, el MST ha hecho lo contrario. El gran mérito del MST fue que pudo adoptar una política de presionar y negociar con el Estado sin abandonar para nada los principios. Es claro que el Estado brasileño no ha desarrollado esa insuperable capacidad del Estado mexicano para cooptar movimientos y para deglutir fuerzas opositoras, por lo cual la negociación con sus autoridades es menos peligrosa que en México. Independientemente de esto, el MST es un movimiento de izquierda, ideológicamente muy coherente y doctrinario, nada sectario, y al mismo tiempo, y esto es lo excepcional, dotado de una flexibilidad táctica en materia política que se ha traducido en una significativa gravitación en la vida política y social del Brasil.
A la influencia ideológica que tiene el zapatismo sobre ciertos sectores de la sociedad mexicana, el MST le agrega en Brasil una influencia ideológica mucho más extendida y, a la vez, una gravitación en la vida económica, social y política que no tiene parangón en el caso mexicano. La combinación entre gran coherencia ideológica y flexibilidad táctica le ha permitido al MST construir nuevas relaciones de fuerza y acumular un poder social, ideológico, económico y político sin precedentes para un movimiento de ese tipo en América Latina.
Por último, el caso de los piqueteros en Argentina es muy complejo porque se trata, en realidad, de un archipiélago de distintas fuerzas y movimientos, sumamente fragmentado y sobre el cual es muy difícil formular una apreciación general. Mientras que al hablar del EZLN y el MST estamos hablando de una organización política y social, en el caso de los piqueteros lo hacemos de un amplio conjunto de organizaciones, sumamente diferentes entre sí en lo tocante a la ideología, modelos organizativos, estrategias y tácticas políticas, etcétera.
Hay sectores contestatarios que se oponen al capitalismo y al neoliberalismo, pero otros, sin duda mayoritarios, se agrupan simplemente para defender sus condiciones mínimas de existencia ante la amenaza del desempleo masivo. En esas condiciones, el gobierno de Kirchner ha desactivado bastante exitosamente los principales focos de protesta y contestación piquetera mediante la intensificación de un amplio programa asistencialista, el Plan Jefas y Jefes de Hogar, que llega a un millón setecientos mil jefes de familia. Por otra parte, la relativa recomposición de la situación de los sectores medios privó a los piqueteros de los importantes aliados con que contaban a finales del 2001 y comienzos del 2002. Si a esto se le suma la utilización indiscriminada de una sola táctica de lucha, los "cortes de calles y rutas", que ha generado crecientes críticas en la población, se comprenderán las razones por las cuales los piqueteros han visto declinar muy marcadamente su influencia política y social en la Argentina de hoy. Concluyo diciendo que un gran desafío que tienen los movimientos sobre los cuales me preguntaste es el de constituir ese intelectual colectivo al cual se refería Gramsci, capaz de sintetizar en un proyecto unitario el conjunto disperso y fragmentario de aspiraciones, intereses y demandas del complejo y plural universo de las clases subalternas de México, Brasil y la Argentina. Esta tarea es indispensable, y va más allá de los movimientos. Por algo Gramsci asignaba esa tarea al partido político, espacio en el cual debía sintetizarse un proyecto de desarrollo de todas las "energías nacionales", para seguir con las expresiones utilizadas en sus Cuadernos de la Cárcel. "El Estado -afirma Gramsci- se concibe, sin duda, como organismo propio de un grupo, destinado a crear las condiciones favorables a la máxima expansión de ese grupo; pero este desarrollo y esa expansión se conciben y se presentan como la fuerza motriz de una expansión universal, de un desarrollo de todas las energías ’nacionales’, o sea: el grupo dominante se coordina concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados, y la vida estatal se concibe como un continuo formarse y superarse de equilibrios inestables (dentro del ámbito de la ley) entre los intereses del grupo fundamental y de los grupos subordinados". El problema es que tales partidos no están disponibles para esa tarea porque la crisis de los partidos políticos de izquierda ha alcanzado colosales proporciones. Ahí están, para demostrarlo, los casos del PRD, del PT, de los socialistas en Chile y tantos otros. He ahí una de las claves que explica la larga supervivencia del neoliberalismo en nuestros países: las múltiples y vigorosas formas de la protesta social que resisten a su opresión no encuentran un cauce que las unifique y las potencie ante la ausencia de partidos políticos dotados de la coherencia ideológica, legitimidad popular y eficacia organizativa como para construir una alternativa posneoliberal. Y en ese interregno, volvemos a Gramsci por última vez, "cuando lo viejo no termina de morir, y lo nuevo no termina de nacer" pueden aparecer toda clase de fenómenos aberrantes. Y América Latina está saturada de aberraciones.

KM: ¿Podés hacernos una pequeña reseña biográfica de tu trayectoria personal?

AB: Soy sociólogo, nacido en la Argentina. Después de hacer mis estudios de maestría en Ciencia Política en la FLACSO de Chile, a finales de los años sesenta, realicé mi doctorado, también en Ciencias Políticas, en la Universidad de Harvard, que terminé en 1976. En esa fecha me voy a México, país donde paso los siguientes ocho años de mi vida y que me marcan indeleblemente. Se trató de un período extraordinariamente interesante, por el proceso histórico por el que atravesaba México, y para mí muy productivo además por el contacto que logro tener a través de los estudiantes de la UNAM y de FLACSO, lo que me permitió conocer de cerca la problemática de muchos países de la región. En 1984, con el retorno de la democracia, volví a la Argentina. En la actualidad soy secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, CLACSO. Mi estrecho contacto con la academia norteamericana, desde mis estudios de licenciatura en la Universidad Católica Argentina, me permitió atestiguar la progresiva bancarrota del saber convencional en las ciencias sociales y la necesidad de buscar nuevos horizontes teóricos, lo que me condujo, inexorablemente, a mi encuentro con la tradición marxista. A ésta llego, debido al carácter absolutamente ortodoxo de mi formación originaria como sociólogo, de la mano de la teología de la liberación y su radical replanteamiento de la cuestión social. A partir de ahí hubo un rápido tránsito desde una visión nebulosamente cristiana de izquierda, a un pensamiento marxista que mis años en Harvard -cuya Widener Library es una joya para los estudiosos del marxismo- y después mi amplia experiencia en América Latina, no hicieron más que contribuir a arraigar cada vez más profundamente.

miércoles, 7 de marzo de 2007

Poder popular

La construcción del poder popular

El poder es uno de esos temas cuya historia es tan antigua como la humanidad. Desde siempre, a pesar del individualismo liberal, sabemos que el hombre es un ser esencialmente social. Nunca existió el ser humano solo, en soledad absoluta. Pues bien, la simple relación de dos personas plantea el problema del poder. Si queremos influir en un cambio social, si pensamos en la revolución, resistiendo la corriente de considerarla como una cosa del pasado, propia de mentes simplemente románticas o nostálgicas, no podemos menos de replantearnos ese problema tan antiguo y tan nuevo. Es lo que trataré de hacer en estas breves reflexiones.

1. - El poder como objeto.

En los movimientos sociales y políticos de las décadas del 60 y 70 que marcaron profundamente a nuestra sociedad, el problema del poder fue planteado con fuerza, en contra de concepciones de izquierda tradicionales para la cual el tema se postergaba de manera indefinida. Partidos considerados siempre de izquierda como el Partido Comunista, los diversos Partidos Socialistas, las variantes maoístas y trotzquistas no se planteaban el problema del poder. No significa ello que no hablasen sobre el poder. El asunto es que para ellos el problema no se imponía como una exigencia perentoria a realizar. No se cuestionaba en los hechos seriamente el poder del capitalismo. Por una u otra razón, la revolución estaba postergada, de manera que había tiempo de sobra para debatirlo. El problema, en cambio, adquirió no sólo actualidad, sino exigencia perentoria en las diversas agrupaciones y partidos de una nueva izquierda, por llamarla de esa manera, que se proponían hacer la revolución. Ello significaba, terminar con la sociedad capitalista, sustituirla por una sociedad socialista. Ya no se trataba de una meta lejana, sino de algo que estaba en cierta manera a la mano. El debate sobre el poder fue intenso, y las concepciones, diversas, pero todas, de una u otra manera se sintetizaban en "la toma del poder". En realidad la expresión pertenece a la teoría que fundamentó los procesos revolucionarios del siglo veinte. Toma del poder, asalto al poder, asalto al cielo, son expresiones equivalentes. Sin duda que son movilizadoras, encienden en la imaginación figuras utópicas que impulsan a la voluntad para la lucha. El poder, en primer lugar, es concebido como un objeto. Así como se puede tomar, asir, o, en términos populares, "agarrar" un objeto, también se puede tomar o agarrar el poder. De esta manera, se piensa que no se tiene el poder, no se lo ejerce, hasta que no se lo ha tomado. El poder está en manos de las clases dominantes, de los grandes consorcios, del ejército. En fin, alguien, o algunos lo tienen. Se trata de arrebatárselo. En segundo lugar, el poder está en un lugar determinado. Ese lugar puede ser la "

La moneda”, Campo de Mayo o La Tablada. Quienes están ahí tienen el poder. Para arrebatárselo es necesario trasladarse hasta ese lugar.

La columna del Che, desde la sierra Maestra a Santa Clara, y desde allí a la Habana, o la "Larga Marcha" a Pekín son símbolos de este ir hasta el lugar donde se encuentra el poder, para tomarlo, arrebatándoselo al enemigo. El poder, en consecuencia, es como una cosa que está en un determinado lugar al que hay que trasladarse para tomarlo. Algo semejante a la expedición de los Argonautas dirigidos por Jason a la Cólquide para arrebatar el célebre "vellocino de oro". Pero ya se sabe, semejante tesoro está bien guardado, bien custodiado. La marcha para su conquista no es una fiesta, sino una lucha. Menester es tener la organización y los instrumentos necesarios para dar esa lucha. El instrumento por excelencia es el partido político. Para la toma del poder se necesita un partido revolucionario y para que éste lo sea, debe estar constituido por el sujeto o los sujetos revolucionarios. Como en la teoría marxista tradicional el sujeto revolucionario es el proletariado, el partido debe ser un partido obrero y, su meta próxima es la conquista del poder y el establecimiento de la dictadura del proletariado. El concepto de "dictadura del proletariado" es por demás significativo. Normalmente significó lo contrario a la democracia, en cualquiera de sus formas. Entiendo que no fue ésa la concepción de Marx, en el cual, por otra parte, el concepto es marginal, nunca tematizado. Pero en él el concepto de dictadura no se oponía al de democracia, en el sentido de elecciones, partidos políticos diferentes, en la medida en que consideraba que las democracias burguesas eran dictaduras. Ello significa que para Marx la dictadura implicaba la dominación de una clase sobre las otras, no necesariamente la de un partido político. Así como la dictadura de la burguesía se ejerce mediante diversos partidos políticos, lo mismo podría hacer el proletariado. Quiero decir que la lógica de la dominación de clase no implica necesariamente el partido único.

El establecimiento de las dictaduras del proletariado ha producido resultados decepcionantes. Los partidos revolucionarios que lograron la toma del poder establecieron efectivamente una dictadura que se llamó "dictadura del proletariado" pero que, en realidad, fue una dictadura del partido, del aparato burocrático y finalmente del líder, depositario de la ciencia. La revolución se había realizado para construir una sociedad plenamente liberada, con igualdad efectiva de derechos para todos. La realidad fue decepcionante. La dominación no fue quebrada sino sustituida. Los revolucionarios pasaron a ser los nuevos señores. Mentiras, crímenes y corrupción acompañaron a la nueva sociedad, que no resultó nueva, sino antigua. La caída del Muro de Berlín es el símbolo de la derrota de las revoluciones que tomaron el poder. Hablar de traición, referirse a las condiciones difíciles en que se produjo la revolución soviética, a la temprana muerte de Lenin y a otras circunstancias, de ninguna manera logran explicar un fracaso tan rotundo. Volver al debate entre Lenin y Rosa Luxemburgo pude ser un ejercicio excelente, no para darle ahora la razón a Rosa, sino para bucear en el destino de una revolución realizada por una organización, el partido político, que "toma el poder".

2. - Hegemonía y poder.

Como es sabido el triunfo de la revolución en la Rusia zarista y las derrotas de los intentos revolucionarios de la segunda década del siglo XIX en Alemania, Hungría e Italia, llevaron a Antonio Gramsci a una profunda reflexión sobre las causas de tan dispar destino de los intentos revolucionarios. La contribución más importante de estas reflexiones gira alrededor del concepto de hegemonía que, desde entonces figura en todas las elucubraciones que tienen que ver con la realidad política. Me interesa en estas reflexiones trabajar sobre la relación que veo entre dicho concepto y la construcción del poder popular, reinterpretando el concepto de hegemonía, o, incluso, corrigiéndolo. Para empezar, hay una observación importante que hace Gramsci al referirse a las diferencias existentes entre las tareas que le esperan a la revolución de octubre y las que es perentorio realizar en las revoluciones de los países centroeuropeos. Siendo la sociedad zarista una sociedad en la que prácticamente no había sociedad civil, tomado el Estado, o la fortaleza, como lo denomina Gramsci, la tarea a realizar era nada menos que la de crear la sociedad civil, lo que significa, crear la hegemonía, entendida ésta como consenso de los ciudadanos. Ese consenso es poder. Construir la hegemonía es construir poder, poder horizontal, democrático. Esta tarea no puede ser creada desde arriba, pero es el único lugar en que esa revolución la podía realizar. Una contradicción prácticamente insoluble, como se mostró ulteriormente.

Como se ve, me estoy sirviendo del concepto gramsciano de hegemonía, pero transformado o reinterpretado, como se quiera. Es muy difícil, por no decir imposible, que la revolución soviética no terminase. De hecho, esto ya había sido expuesto por Hegel en la célebre dialéctica del señor y el siervo. El camino del señor es un callejón sin salida. Desde el poder de dominación, aunque éste se denomine "dictadura del proletariado" es imposible pasar a una sociedad del mutuo reconocimiento. Los sujetos no se realizan por una concesión que hace desde arriba. Se conquista en una lucha en la que los siervos, dejan de serlo, no se reconocen como siervos, sino como sujetos. Gramsci plantea correctamente, para las sociedades avanzadas, con sociedad civil ampliamente desarrollada, que la hegemonía debía preceder a la toma del poder o del Estado. Creo que ese principio vale para toda revolución y no sólo para las sociedades avanzadas, porque si la hegemonía no se construye en el camino, no se la construirá posteriormente. Se repetirán las prácticas anteriores. La hegemonía como consenso democrático no puede ser construido desde arriba, porque ello implica subordinación. Quien detenta el poder del Estado o el poder político y económico puede obtener legitimación, que implica aceptación de la dominación, pero no hegemonía en el sentido de consenso democrático. Éste sólo puede lograrse desde el seno de la sociedad civil. Es una construcción que se realiza entre iguales. Algunos ejemplos históricos ilustrarán lo que quiero expresar. Tomaré dos de los más significativos, el del cristianismo primitivo y el de la Revolución Francesa. El primero como un caso histórico que muestra la conquista y la pérdida de la hegemonía, y el segundo, el de una conquista que se mostró irreversible. Después de la muerte de Jesús de Nazaret que había bregado por una revolución igualitaria en la sociedad hebrea del siglo primero, sus discípulos, una vez recuperados del desconcierto de la derrota que significó la muerte de su líder, comenzaron a repensar su práctica en un contexto totalmente distinto. Efectivamente, del pueblo hebreo, en el cual había una historia en la que se insertaba el proyecto liberador de Jesús habían pasado a habitar en pueblos sometidos por el imperio romano, en los que la única manera de insertar el proyecto era enfrentar al poder opresor del imperio. La tarea que emprenden es la de una verdadera lucha por la hegemonía que implica, entre otras cosas, reinterpretar determinados símbolos, cambiando su sentido, de opresor en liberador, y crear otros.

El segundo ejemplo al que me quiero referir brevemente es la Revolución Francesa. Todos los grandes teóricos de la revolución socialista, ya se trate de Marx, Engels o Lenin, la han tenido en cuenta. Gramsci la propone como uno de los casos históricos, tal vez el mejor logrado, de conquista de la hegemonía, que la tornó irreversible. Efectivamente, la lucha por la hegemonía se produce a lo largo de dos siglos, XVII y XVIII, En el primero se sientan las bases filosóficas del consenso, la racionalidad burguesa, que debía sustituir a la racionalidad medieval. Son Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz, Locke, Hume y otros quienes se encargan de la tarea. En el siglo siguiente, se da propiamente la lucha ideológica, la construcción del nuevo consenso, con nombres como los de Voltaire, D´Alambert, Diderot. La Enciclopedia es el símbolo máximo de esta etapa. A fines del siglo ya el nuevo consenso se había logrado, lo que significa el poder burgués había sido construido. El poder ya no se encontraba ya no se encontraba en Versalles, sino en el Tercer Estado. Sólo había que cambiar los símbolos, el rey, la corte, y poner los nuevos, correspondientes a la República. El símbolo máximo del poder monárquico, la Bastilla, se encontraba vacía.

3. - El poder como relación social.

El poder, decíamos, no es un objeto o una cosa que se encuentra en algún lugar al que es necesario ir para tomarlo. Es una tendencia difícil de vencer, como anotaba Hegel, poner en movimiento las representaciones propias del entendimiento. El poder concebido como objeto no es otra cosa que una representación del entendimiento. Menester es fluidificarlo, ponerlo en movimiento. El poder es una realidad propia del ámbito de las relaciones humanas que, de una u otra manera, siempre son sociales y políticas. No existe, no es, igual que los sujetos. Se hace, se construye en la misma manera en que se construyen los sujetos. Éstos, para crearse, empeñan una lucha a muerte por el reconocimiento. Esta lucha genera poder. Todo cambio, toda transformación, toda revolución que se proponga siempre tiene en su centro el tema del poder que significa quién y como será reconocido. La frase que he puesto como acápite es el corte que le da Jesús a la discusión que se había entablado entre los componentes más cercanos de su movimiento, cuando, al dirigirse a Jerusalén pensaban en el triunfo de la propuesta liberadora.

Los dirigentes del movimiento de Jesús discuten sobre cómo se van a repartir el poder en la nueva sociedad, y Jesús les replica que no habrá nada que repartir, porque habrá que pensar el poder de una manera totalmente distinta, contraria a la que ellos pensaban. No como poder de dominación, no en la relación señor-siervo, sino como diaconía, como servicio, como mutuo reconocimiento de sujetos plenamente libres. Ese poder no puede empezar a construirse una vez que "se lo ha tomado", porque en realidad entonces lo que se ha hecho es ocupar el lugar que antes tenían "los otros". No se rompe la relación señor-siervo, aunque se sostenga que ello constituye una fase para romper la dominación anterior. La célebre "dictadura del proletariado" debe instalarse en función de la diaconía, no para llegar y quedarse a perpetuidad. El poder es esencialmente relación social, relación de reconocimiento. En ese sentido es fluido, circula, cambia. Pero necesita momentos de reposo, de instalación. Es el momento de las célebres estructuras, sin las cuales todo poder se evapora. La mínima relación, la que se produce entre los sujetos, es lucha por el reconocimiento y, en consecuencia genera un ámbito de poder. En ese sentido todos hacemos ejercemos y se ejerce poder sobre nosotros.

Crear nuevo poder, crear poder popular significa crear nuevas relaciones humanas, nuevas relaciones sociales, nuevas relaciones políticas. Éstas no pueden comenzar cuando, por ejemplo, de tome el aparato del Estado. Se realizan en el camino, en el proceso. Si el otro es un objeto para mí, o un súbdito, mero soldado del partido o de al organización, se está reproduciendo el poder de dominación. Microfísica del poder, en consecuencia, y redes del poder. Pero dicho así es una media verdad y, en consecuencia, un error. Los poderes que circulan entre los componentes de una sociedad, se encuentran englobados en megapoderes. De la microfísica es necesario pasar a la macrofísica, no en forma línea sino dialéctica. Los pequeños poderes se encuentran englobados en los megapoderes. No hay paso lineal de unos a los otros. Esto significa que toda lucha, ya sea barrial, poblacional, campesina, en las cárceles, en la escuela, en la familia debe conectarse dialécticamente con una lucha más amplia, que tenga como horizonte la totalidad. Si ello se pierde de vista, estamos condenados a movernos en un círculo sin salida. Es un magro consuelo o una burla decirles a los pobres hambrientos y cesantes que ellos también ejercen poder. Micropoderes, redes de poder, circulación de poderes, fluidez de relaciones. Todo ello es cierto, pero toda fluidez tiene momentos de condensación. Dicho de otra manera, el movimiento popular de los marginados necesita estructurarse.

4. - Lo social y lo político.

La revolución burguesa o capitalista produjo una escisión entre el ámbito político, perteneciente al Estado, y el de la sociedad civil. Los estamentos, grupos sociales en los que lo político y lo social se encontraban completamente soldados, se rompen. Pasan a ser clases. Su significado ya no es directamente político como en los estamentos, sino "social". Son las clases sociales. Aristóteles había definido al ser humano como "animal político". La traducción que se realizó como "animal social", no tiene ningún sentido si con ello se quiere hacer una verdadera exégesis de lo expresado por el filósofo griego. Lo social como diferenciado de lo político estaba completamente fuera del horizonte cultural griego. Lo mismo pasaba en la sociedad feudal y en las sociedades precapitalistas de América, que se escalonaban desde un determinado "comunismo primitivo" hasta sociedades tributarias. "La sociedad política", decía Marx en la Cuestión judía, refiriéndose a la revolución burguesa, "destruyó necesariamente todos los estamentos, corporaciones, gremios y privilegios, que eran otras tantas expresiones de la separación entre el pueblo y su comunidad. La revolución política suprimió, con ello, el carácter político de la sociedad civil". Éste es un aspecto fundamental de la sociedad capitalista que se conoce con el nombre general de "la cuestión social".

Fue Hegel el primero en exponer con claridad la diferenciación de los dos ámbitos, el de la sociedad civil y el del Estado, que pasó a ser luego, la diferenciación entre la cuestión social y la cuestión política. Marx hundió su análisis en la sociedad civil, o sea, en la estructura, señalando su carácter político, pero no directamente político como en las sociedades estamentales. De manera que hay una escisión entre lo social y lo político, pero no se trata de una escisión total. Lo que se ha roto es la relación inmediata entre ambos. En lugar de relación inmediata, relación mediata a través de un cúmulo de mediaciones Ello significa que todo es político y todo es social, pero no lo es de la misma manera. Las luchas por los derechos humanos son políticas, sin ninguna duda. Sin embargo su acento no está puesto directamente en lo político, sino en lo social. El deber es, poner un poco de claridad sobre el significado preciso que pretendemos darle a uno y otro concepto. Cuando hablamos de lo político en sentido estricto nos estamos refiriendo al poder, a la voluntad de construir y ejercer el poder para transformar la realidad, se entiende la realidad humana, social, política. Cuando, en cambio, pretendemos significar sólo lo social, nos referimos al logro de determinados derechos, a su reivindicación, sin que de por sí, explícitamente, se plantee el tema del poder.

Cuando se plantea lo político siempre se tiene en mente la totalidad. Lo político por excelencia es el Estado. Allí se concentra, o se debe concentrar el poder supremo. Todo el pensamiento y la acción política tiende a apoderarse del Estado, o mejor, a construir un nuevo Estado. Se hacen análisis y se crean los instrumentos necesarios como partidos políticos, organizaciones políticas de base o intermedias que reciben diversas denominaciones, etc. Cuando se plantea lo social, desaparece, del horizonte, explícitamente el tema del poder. No se piensa en construir un nuevo Estado, ni siquiera en reformarlo. Naturalmente que se dan matices que dejamos de lado, para tipificar en forma pura ambos tipos de comportamientos. Se analizan problemas parciales como falta de agua, insalubridad de la vivienda, destrucción de la naturaleza y se crean organismos para trabajar en esas reivindicaciones. La acción política debiera tener siempre en mente estos dos ámbitos que en la realidad nunca están en estado puro. Son dos ámbitos dialécticamente conectados que tiene cada uno de ellos su propia lógica y sus propios instrumentos. Hay momentos históricos en los que la dominación ha logrado tal fragmentación del movimiento popular, que hace casi imposible una acción política concertada que cuestione al sistema. Son momentos, además, en los que la práctica política es completamente desnaturalizada, corrompida. En esos momentos pasa a primer plano la acción social. Lo político entra en una especie de cono de sombra. Es lo que ha pasado en nuestro país. Organismos de derechos humanos, luchas por los derechos de la mujer, de los homosexuales, niños con condiciones de explotación sexual, movimientos ecologistas, sociedades de fomento, cooperativas, agrupaciones, colectivos de base, movimientos sociales en general y tantos otros, pusieron su acento en lo social. Como lo expresaba un militante de los movimientos sociales: "En el trabajo social somos locales. En lo político, somos visitantes". Esto es una gran verdad, pero tiene su techo. La política neoliberal nos lo hace sentir cada día en forma por demás dolorosa e intransigente. Esto plantea la imperiosa necesidad de que lo social vaya adquiriendo cada vez más, no digo significación política, pues de por sí la tiene, sino organización política que se proponga expresamente la conquista de hegemonía y construcción de poder.

Para ello habría que tener en cuenta algunos criterios fundamentales:

a) No partir de organizaciones o partidos políticos ya estructurados, con línea que se pretende clara para bajarla a los sectores populares que se están movilizando. Esta práctica expresa todo lo contrario de la construcción de una nueva sociedad en la que sus miembros sean sujeto reconocidos.

b) Por el contrario, hacer efectivo que se debe construir con un del "buen sentido" que radica en el desagregado y caótico "sentido común" que se encuentra en dichos sectores. O, en palabras del Che, ayudar a desarrollar "los gérmenes de socialismo" que se encuentran en el pueblo. Toda pretensión de construcción que tenga que ver con una elaboración teórica separada de las aspiraciones, expectativas, valores presentes en los sectores populares, contribuirá a instalar una nueva dominación. El socialismo tendrá sentido y será una verdadera solución si es el despliegue de valores profundamente arraigados en los seres humanos. Ello no significa renegar de la teoría. El problema es que se confunde teoría o ciencia o filosofía con conciencia. La conciencia nunca puede venir de fuera. La conciencia es autoconciencia desde el primer momento, pero sólo lo es implícitamente. Avanza de desde los primeros balbuceos en el plano de lo sensible. Toda teoría al entrar en relaciones dialécticas con la conciencia será motivo de crecimiento de ésta, tanto de la conciencia del teórico como de aquél a quien se comunica la teoría, la cual a su vez sufre un proceso de transformación en el proceso. De avanza de la conciencia a la autoconciencia, o de la conciencia en sí a la conciencia para sí, como dice Marx en la Miseria de la filosofía.

c) No interesa el pregonado problema de la "unión de la izquierda", si ello significa hacer unidos lo mismo que se está haciendo en forma separada. La verdadera unión hay que encontrarla atreviéndose a criticar las formas tradicionales de concepción de los partidos de izquierda e ir confluyendo con inserción verdadera en los sectores populares.

d) Un proyecto alternativo que ya se encuentra en germen en agrupaciones, comunidades, organismos de derechos humanos, luchas de diverso tipo deberá asumir una forma movimientista que será necesario ir descubriendo y construyendo, a medida que se avance. Esto hay que comenzar a hacerlo.

e) Para la construcción de la identidad, sin la cual no hay sujeto, por una parte, es necesario recuperar auténticos símbolos populares como L. E Recabarren, Salvador Allende, Rafael Maroto, Miguel Henriquez, Manuel Rodríguez, El Che y Fidel se están mostrando como poderosos símbolos convocante para las nuevas generaciones. Por otra parte, es necesario dar la lucha en torno a los símbolos arraigados en los sectores populares.

f) Desde las diversas prácticas sociales y políticas es necesario ir confluyendo en un proyecto político común que sea la unión en la diversidad. Para ello se necesita la voluntad política de hacerlo. Por el anterior análisis aquí insinuado éste sería el momento de intentarlo con fuerza.

5. - Desde la base.

a) Recuperación del proyecto y la utopía.

Es absolutamente imposible construir un sujeto, tanto en el ámbito individual como colectivo, sin proyecto, porque lo propio del sujeto es proyectar y proyectarse. Pero no se trata de mirar directamente hacia el gran proyecto que significa luchar directamente contra las transnacionales y los organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial. Ése debe ser el horizonte, la meta última, por decirlo así. Es necesario proceder por niveles. En un primer nivel, local, se trata de elaborar proyectos que apunten a las necesidades básicas como el trabajo, el salario, la tierra, la vivienda. Para esa tarea se crean organizaciones particulares. Aquí se comienza a construir el socialismo de cada día. El segundo nivel estaría constituido por la región. Las distintas organizaciones particulares crean redes, las cuales juntan los problemas, discuten los temas del poder, de la lucha, etc. Un tercer nivel podría ser el nacional, en el cual ya habría redes de redes, que rematarían en el nivel latinoamericano. El proyecto siempre remata en una utopía. Ésta debe siempre estar presente y actuar en forma crítica frente a toda posible burocratización. Es como utopía que hay que tener siempre presente el comunismo como sociedad en la que se realice plenamente la fraternidad.

b) Recuperación de la memoria histórica.

Así como no hay sujeto posible sin proyecto y utopía, tampoco lo hay sin memoria. La dominación necesita borrar la memoria de las luchas y los símbolos populares, para que no se pueda reconstruir el sujeto popular capaz de cuestionar su dominación. También aquí es necesario distinguir niveles. En el nivel local es necesario reconstruir la memoria del barrio, del colegio, de la Facultad, del gremio, de la parroquia, de la comunidad de base, de la zona, de la ciudad. El segundo nivel sería el regional. De cada zona sería necesario reconstruir la memoria de las luchas populares y sus símbolos. Así de la zona Sur es necesario recuperar la memoria de los mapuches, su historia, sus luchas, sus símbolos. Un tercer nivel estaría formado por la nación. Luchas que atraviesan todo el territorio y toda su historia. Símbolos señeros como allende las torturas y desapariciones, lucha anti dictadura callejera etc.

c) Recuperación la realidad y el sentido del trabajo.

Ser sujeto es hacerse sujeto, crearse como sujeto. Crearse, a su vez, implica crear. En la medida en que transformamos el mundo nos transformamos a nosotros. El acto creativo es esencial al sujeto. El trabajo en su sentido más profundo es precisamente creación. Mediante el trabajo nos creamos a nosotros, creamos los bienes con los que vivimos, y creamos la mística que nos fortalece. El capitalismo revierte este acto esencial del ser humano, y en la etapa neoliberal, literalmente se lo quita a la mayoría de los sectores populares. Recuperarlo, pues, en su realidad y en su profundo sentido es tarea prioritaria. Todos los avances tecnológicos deberían servir para acortar las horas y la intensidad del trabajo necesario para reproducir las condiciones de vida y otorgar tiempo para el trabajo creativo al que cada uno se sienta inclinado.

d) Construcción del poder.

También aquí se trata de no pretender inmediatamente la gran meta, lo que históricamente se conoce como la toma del poder. En primer lugar, porque el poder es ninguna cosa u objeto que se tome y, en segundo lugar, porque es necesario plantearse metas reales, a las que sea posible acceder. El poder no es una cosa u objeto, sino "relación social". Se trata, en consecuencia, de ir creando nuevas relaciones sociales, acordes con lo que pensamos que deba ser una realización del poder que sea efectivamente liberadora. En consecuencia, relaciones lo más horizontales posibles, con la vista puesta en el horizonte utópico de un poder horizontal, profundamente democrático. No es que no queramos transformar toda la sociedad, derrotar definitivamente al capitalismo. Claro que queremos hacer eso, pero debemos tratar de clarificarnos sobre lo que nos corresponde hacer hoy, en un hoy en el que debemos hacer presentes los valores socialistas.

e) Construcción del socialismo de cada día.

El socialismo no se ha de construir a partir de las ideas "científicas" que tengamos en nuestra cabeza o en nuestros libros, ni por la acción de un grupo esclarecido. Ya ha comenzado su construcción. Está en camino en los diversos movimientos a los que hemos hecho alusión. Como decía el Che, el socialismo está en el germen en el pueblo. No es el socialismo ninguna construcción teórica o "científica" pensada desde fuera, sino el desarrollo contradictorio, creativo, que se realiza todos los días en nuestras luchas, proyectos, encuentros, debates. La solidaridad, la ayuda, el diálogo, la fiesta, el compartir constituyen valores esenciales del socialismo de cada día.

Opinión política

Situación política

Al buscar respuestas y comprender el momento político actual desde una posición clasista, anticapitalista y revolucionaria, es necesario desarrollar en la definición de algunos elementos que caracterizan el actual momento de la lucha de clases en la situación económica, política, social y fundamentalmente humana que vivimos como pueblo, como parte del orden y la iniciativa impuesta por los poderosos, desde una dictadura de 17 años y un Estado democrático neoliberal que va para los 17 años de sostenida consolidación.

Caracterización de la lucha de clases necesaria tanto para entender y conocer el periodo desde elementos que imponen de manifiesto la iniciativa de los dueños de la riqueza y de quienes la administran políticamente; como para comprender, interpretar, posesionarse y tomar decisiones políticas en torno a como se expresa en la realidad el conjunto de esfuerzos e iniciativas que desde el mundo popular y revolucionario se levantan como esfuerzos en la acumulación de fuerzas y avanzar en la construcción de un poder popular en disputa por los espacio a quienes hoy imponen su hegemonía en la escena política, económica, militar y social de nuestra patria.

Esta idea se relaciona directamente con que para transformar hay que conocer, para invertir las tendencias que se manifiestan en la realidad neoliberal, necesitamos saber a nivel global regional y local cuales son las orientaciones que se inscriben en la realidad política; es preciso comprender todas las dimensiones (global regional y local) ya que es la relación entre estas las que nos permiten ejecutar la política correcta y transformar lo local desde una mirada global.

Este documento no pretende abarcar la totalidad de las transformaciones sufridas a nivel ideológico, social, económico y político en Chile, pero creemos necesario rescatar algunos elementos que pueden caracterizar el presente y, por lo tanto, las tareas para quienes pensamos y actuamos en función de transformar radicalmente esta realidad.

Presentaremos algunas tendencias de la situación política nacional desde dimensiones diferenciadas, solo con el objeto de dar a entender mas claramente lo que aquí se desea expresar; es importante entenderlo así, ya que muchas veces tendemos a asimilar la realidad social como una división de esferas independientes, siendo que la realidad es una sola e indivisible, una totalidad donde todo esta relacionado y conforma un cuadro del cual también somos parte aun que no nos guste, con nuestras posiciones y acciones de intervención.

Así entendamos la realidad actual desde la esfera social, económica y por sobre todo fundamentalmente ideológica, para posteriormente concluir en algunas definiciones e ideas que surgen en el momento que se asimilan e interpretan elementos de esta realidad.

Antecedentes estructurales, una revisión general

Podemos afirmar categóricamente, que Chile, dentro del contexto internacional y regional, se instala y se presenta como el Laboratorio del Neoliberalismo, como el modelo del modelo en América es importante en este sentido mencionar o definir algunos ejes que caracterizan histórica y estructuralmente esta experimentación del modelo:

• Política de choc antiinflacionario entre el año 1974-75, 1978-79 y 1982-85.
• Política de privatizaciones de empresas del Estado, que incluye empresas estratégicas y empresas de servicio público (luz, agua, teléfonos, gas).
• Un ascendente proceso de privatización de los Derechos Sociales, es decir el traspaso de los antiguos derechos sociales a la esfera del mercado.
• Consolidación de una subjetividad que no relaciona la pobreza y la situación de precariedad con estos derechos negados de forma más radical por el mercado, del llamado Estado benefactor.

Para la implementación y el desarrollo de todos estos elementos se asumió la génesis y desarrollo de un proceso histórico caracterizado por una política de ofensiva neoliberal, incipiente al golpe de estado de 1973, para posteriormente avanzar en la imposición mediante la fuerza de su programa económico, social y administrativo, por medio del barbarie de un régimen Militar, hegemonizado rápidamente por la corriente neoliberal que influían directamente en el ejercito, con el empresariado, la derecha reaccionaria chilena y el imperialismo Norteamericano.

Esto acompañado de represión a los movimientos sociales y populares, los partidos de la izquierda reformista y revolucionaria, que de una u otra manera eran en gran parte, el sostén social y político del Estado de bienestar y la posibilidad de su superación histórica de la crisis del Estado agotado (vía chilena al socialismo), sin capacidad por esta razón de oponerse (teórica, ni políticamente) al nuevo modelo.

Estas fases se han desarrollado en un lapso de 33 años - 17 de dictadura militar y 16 años de “Democracia Neoliberal”- proceso compartido por militares, presidentes Democratacristianos y los malamente llamados Socialistas.

De esta forma se ha consolidado el modelo neoliberal como forma de organizar la vida social ha si mismo ha sido solidificado en estos últimos 16 años de democracia protegida o neoliberal, esta consolidación no se ha dado en un periodo de negación de los derechos civiles en forma categórica o radical como en la dictadura, sino mas bien bajo un régimen democrático burgués, donde prima la exclusión de las grandes masas y el pueblo en general, con un claro sentido de democracia anti popular y paradójicamente antidemocrática en la participación de las mayorías en las políticas en la construcción del presente y del futuro de la patria.

Podemos definir que lo que ha ocurrido en Chile en estos últimos años es una verdadera contra revolución neoliberal hoy bastante madura con el resto de América latina, en contraste a los neoliberalismos tardíos, como ocurre con los casos de Brasil, Argentina, Ecuador y Perú (en los años noventa). acá se puede reafirmar la caracterización de Chile como modelo del modelo neoliberal.

Es relevante por lo tanto, poder pensar en estos elementos o grandes ejes de estructuración histórica como componentes del presente político, social y económico de nuestro país, básicamente porque estos últimos años de administración del modelo neoliberal, han sido precisamente años de continuismo económico político y sobre todo ideológico y no de ruptura ni cambio del modelo; especialmente se pueden pensar los últimos dos ejes como factores que ponen en impasse o marcan un punto de inflexión en lo que se refiere a la posibilidad de construir fuerza popular y revolucionaria en torno a la necesidad de componer luchas sociales en torno a elementos que por esta intención de anulación de los derechos sociales en el plano de las aspiraciones y el sentido común de grandes mayorías del pueblo.

Esta anulación subjetiva de la noción de los derechos sociales, la impunidad con la que operan las instituciones del Estado de todos los chilenos, desplazando los problemas sociales a las esferas de la mercantilización del bienestar y generando una distribución del ingreso cada vez mas desigual, esto habla de una desigualdad que de una u otra forma se acepta con conformidad o naturalización del estado de las cosas, donde el neoliberalismo se presenta como verdad única e invariable. Un régimen dictatorial es capaz de imponer un modo de gobernar sin tener el consentimiento generalizado del pueblo, pero un régimen democrático burgués necesita de la hegemonización política y social de dicho espacio, donde poder administrar e imponer el continuismo de la política económica y social impuesta por la dictadura militar en Chile.

Es en esta lectura de la realidad, surge la pregunta respecto de si existen condiciones objetivas y subjetivas para hacer o generar nuevas condiciones para construir una política revolucionaria y anticapitalista; y si estas condiciones son nuevas, cuales serian los mecanismos y las formas de intervención política que permitirían a los revolucionarios ganar espacios, en construir poder popular, invertir radicalmente las situaciones y avanzar en la construcción de una alternativa concreta al modelo ya impuesto en nuestro país.

Construcción de conciencias

Primeramente debemos comprender el tipo de seres humanos construye el capitalismo y su modelo en Chile neoliberal, el tipo y formas de relaciones sociales y económicas que interactúan, como sujetos o objetos de la sociedad, presentado como única alternativa.

Se habla de la notoriedad del crecimiento económico expresado en grandes cifras macroeconómicas, pero deberíamos preguntarnos cual es el costo social que esto genera en términos del tipo de ciudadano que se construye.

Podemos visualizar que un eje fundamental en la constitución de los sujetos en la actualidad esta dado por su práctica en lo que denominamos el consumo que el mercado ofrece, este es un elemento constructivo en la configuración de la conciencia social, o una conciencia social de nuevo tipo, donde se inserta a cada sujeto y a su vez es una manera de integración por medio del consumo de bienes, como forma de solución a problemas de orden inmediato en la integración a la sociedad, es decir, al mercado.

El capitalismo y sus formas de adaptabilidad, ante la problemáticas de integración social, así es posible endeudarse por comida en los supermercados, con tarjetas de crédito de los mismos; y sin lugar a dudas esto puede mantener un nivel de estabilidad, inmediata como anteriormente se menciona, pero cabe plantearse que tipo de conciencia que tipo de sujetos se construye y hasta que punto dicha base subjetiva es capaz de sustentar el comportamiento del consumo social en el Chile actual, entendiendo la integración a la sociedad como sinónimo de integrarse al mercado.

Se podría decir, a primera vista estos elementos parecen ser alternativas inmediatas a la sobre vivencia en este mundo, parecen ser las herramientas mas a la mano para encontrar la tan anhelada satisfacción personal; y resulta evidente que los criterios de eficiencia son definitivamente efectivos en lo inmediato, son capaces de resolver los problemas de sectores de la población, desde un crédito de consumo, unas horas extras y un sostenido nivel de competitividad resultarían ser elementos que permiten sortear con una relativa facilidad el diario vivir para un número importante del pueblo.

Por otra parte, más allá de lo inmediato, más allá de lo efectivo de una política de integración al mercado o la oferta y demanda de bienes del mercado, debemos pensar en los modos producción, en los modos de vida que sostiene esta manera de funcionar en la sociedad y cual es la subjetividad que se construye en torno a esta forma.

Desarrollemos el endeudamiento, que se crea como una herramienta inmovilizadora que es capaz de consumir a grandes sectores de la población, dando una aparente capacidad de gasto y consumo en dispositivos de de captura para el largo plazo, ya que el consumo, como mencionamos, resuelve en lo inmediato pero encadena el futuro.

Por otra parte las condiciones laborales, la expropiación de la fuerza de trabajo, en las horas extras para los poderosos y no para la familia y el país como un mecanismo de insatisfacción humana, que es capaz de sostenerse subjetivamente, que es capaz de mantener una maquinaria productiva no menor, con un ejercito de asalariados enorme entre la formalidad, la informalidad, provocando una precariedad laboral agudizada por la mal llamada flexibilidad laboral.

Así podemos categorizar una organicidad social y subjetividad de nuevo tipo que es capaz de hipotecar la estabilidad de la familia en torno a las largas jornadas laborales, hipotecar la sobre vivencia de los vínculos comunitarios que se generan al interior de los espacios laborales, en pos de una productividad y mantenimiento de una tasa de ganancia para los señores del poder, sin ninguna expresión de descontento social, y específicamente en el segmento asalariado (privilegiados por su formalidad laboral. en comparación con el número cada vez mayor de informales), que vive cotidiana y materialmente dichas condiciones de relaciones sociales y laborales.

Otro factor relevante a revisar al hablar del tipo de ser humano que se construye por el neoliberalismo, son las políticas de seguridad ciudadana, planteadas para generar un control preventivo sobre la delincuencia, pero sobre todo para generan como efecto social generalizado, una creciente sensación de inseguridad frente a cualquier figura de anomalía, manifestada principalmente en la juventud popular, los jóvenes de nuestra clase. Estas políticas promueven la construcción de una doctrina de ciudadanía policíaca con una clara tendencia a la distinción y la diferenciación de clase, del contexto de pobreza y desventaja en que ellos mismos viven.

De esta forma hablamos de políticas dirigidas a rotular y etiquetar al sector marginal y popular, a definir y a plantear una estructura social de guerra y así una descomposición comunitaria en medio de la condición existencial de la pobreza y miseria, este sistema ha sido incluso capaz de generar un sentido social al interior del mundo popular que lleva a que los pobres se sientan inseguros en sus territorios, a siendo suyo el discurso oficial que se cristaliza en los vecinos de la población y amedrentados por una inseguridad que no es tal en cuanto realidad objetiva y es mas en cuanto dato estadístico que construye realidad por medio de los medios de comunicación , basado en sensaciones, donde se instala el discurso de los buenos y malos pobres, es decir, quien esta más inserto dentro del discurso sistema y quienes menos, a su vez haciendo creer a los pobres, que por la acumulación de meritos para el ordenamiento social vigente o la fidelidad al consumo se consigue asenso social, siendo este elemento tremendamente cruel, ya que Chile es uno de los países que en conjunto con la mala distribución de la riqueza, presenta uno de los índices mas bajos en la movilidad social.

Basado en lo anterior es importante mencionar, que una de las grandes debilidades que presenta la izquierda tradicional, no solo en nuestro país- es haber desarrollado una experiencia de construcción ligada sólo a categorizaciones objetivas de las condiciones de existencia del pueblo y sectores mas amplios de la sociedad; descuidando de esta forma las manifestaciones de la conciencia social, política y revolucionaria.

De todas formas evidenciamos y se fortalece que existe este acercamiento entre las políticas y las iniciativas del bloque de poder (económico) y el bloque en el poder (administradores), siendo cada vez mas escasas las diferenciaciones, estructurando un espacio de disidencia que tiene que ver con elementos de orden cultural ideológico mas que elementos de fondo relacionados con el modelo y la administración en lo orgánico como en las política de este.

Todos estos elementos nos entregan una visión general, respecto del comportamiento de la sociedad chilena en su dimensión subjetiva, en dialéctica relación con las condiciones objetiva como paralelamente a entregarnos cuestionamientos y posibilidades de recomposición del pensamiento y la acción revolucionaria.


Legitimidad del Modelo

Los pilares fundamentales con que se sustenta el modelo neoliberal dentro de la lógica de dominación, legitimidad y hegemónica se basa en sustento principalmente ideológico, a partir de la construcción y promoción de valores como, la competitividad, el individualismo, el consumo desenfrenado dentro de un sistema que define lo bueno y lo malo, lo feliz y lo infeliz, lo bello y lo feo, en fin, nos marca las sendas del desarrollo humano bajo sus propias lógicas, que se presenta como verdad única e incuestionable.

Como segundo eje el tipo de relación que establece el Estado en su conjunto con el pueblo, el tipo de vínculos que promueve este por medio de sus políticas publicas y no será difícil evidenciar que mas allá de los beneficios sociales y las desventajas que estas políticas generan sobre sectores de la población, estructuran nuevamente una competitividad de la humanidad individualizada.

Así vemos que el último decreto de ley en torno al problema de la vivienda, afirma que se debe promover la realización de entidades organizadoras, que desde el estado y con una ligazón directa a la esfera privada organice a la gente para una supuesta solución del problema o de un área del problema de la vivienda social en Chile, desplazando a los tradicionales e históricos comités de allegados y comités de deudores habitacionales de la esfera de la organización social de los sectores populares, instalando no solo la ideología dominante sino la organicidad que desean los poderosos para los pobres.

Otro elemento a rescatar es el papel que a cumplido el Estado, sus instituciones en el conflicto de las comunidades mapuches desconociendo el tipo de organización histórica que han tenido y manteniendo la falsedad del Estado único chileno, tratando de imponer la existencia en un conflicto de privados, donde el Estado son solo actúa de buena fe como mediador, pero al menor atisbo de nación, de autonomía, y de rebeldía surge inmediatamente su incondicionalidad a las trasnacionales y sectores criollos dueños de la riqueza utilizando toda su fuerza legal (no justa), represiva e instuticional.

Como otro ejemplo dice relación con el carácter coyuntural del Estado Chileno, es bastante fácil dar cuenta que en el ultimo tiempo y en las coyunturas políticas mas recientes (no solamente electorales) el estado ha demostrado una capacidad real para dar respuestas a varios problemas sociales, haciendo con esto mas pequeña el área de desenvolvimiento el desarrollo de una política revolucionaria, en el caso que se siga trabajando con matrices anquilosadas y tradicionalmente asociadas a otra forma de organización y etapa del capitalismo.

El caso de las luchas de los pueblos originales, los estudiantiles y el caso de los deudores habitacionales son expresiones concretas de lo que aquí se esta manifestando, siendo estas lecturas necesarias, para estructurar una mirada que nos hable que el tema de la solución del problema de dar mas crédito, en el caso de las luchas estudiantiles, puede generar un ejercito de deudores universitarios al largo plazo, solo por mencionar una posible tendencia del conflicto social en el caso de la decisión de proyectar la mirada en el tiempo, o la represión directa en los mapuche


Legitimidad y Sistema Político.

La izquierda tradicional suele realizar análisis excesivamente subjetivos, basados en la potencialidad que aún no se manifiesta, sobre la situación política nacional, sobre el acontecer del presente, quizás porque la derrota nos instala un tremendo miedo a asumir la desventaja en la que nos situamos.

Es evidente que el nivel de aprobación popular con el que finaliza el gobierno del presidente Ricardo Lagos, la alta votación de la candidata mujer Michel Bachelet y la alta votación (municipales y presidenciales) obtenida por la derecha, habla de que el modelo esta legitimado, que esta con bases sólidas en la ciudadanía, que su sustento o apoyo ciudadano es real, no podemos hacernos los tontos frente a esto.

Si Sumáramos la votación de la derecha, encontramos un nivel de aprobación electoral para la derecha en primera vuelta representado en el 48,63%. por su parte el bloque de la concertación, encabezada por Michel Bachelet, logra un 45, 95 %, en la misma campaña presidencial, El candidato de la izquierda electoral, Tomas Hirsh, obtuvo un 5,4% de la votación, es decir, la totalidad de los votos que representan la administración neoliberal en el poder significan una sumatoria de 94,68%.

Todos estos elementos nos hablan de una legitimidad del modelo por medio de las elecciones, pero los votos no expresan ni resuelven los problemas del pueblo ni representan la participación de éste, sólo formaliza una legalidad “democratica”.

Esto nos plantea un gran desafió que dice relación con ir entendiendo a las elecciones como procesos en donde el pueblo se expresa, donde sectores de la sociedad manifiestan parte de su realidad y su nivel de conciencia, parte de su apoyo al bloque en el poder y la administración del neoliberalismo; pero principalmente evidencia la inexistencia de una alternativa real, viable de poder popular, una alternativa que sea capaz de hacerse cargo de los problemas reales del pueblo, que se manifieste de manera nítida en todos los espacios del pueblo y no se plantee de forma súper estructural y ajena a las realidades del mundo popular.

Es por esto que podemos afirmar categóricamente que la relación existente entre la votación y la legitimidad del modelo y su forma de administración política no es directamente proporcional, es necesario plantear una justa variabilidad en esto, una capacidad de entendimiento que se relacione con lo complejos de la realidad del pueblo, un voto de derecha es un voto de descontento al gobierno de turno, no necesariamente es un voto a favor del neoliberalismo, este voto, esta tendencia , debería avanzar a ser revertida por una iniciativa política surgida desde los sectores de las grande mayorías populares.

Pero no solamente los votos nos hablan de esta legitimidad, también podemos advertir que esta se expresa en fenómenos sociales como:

• El comportamiento electoral (caso que ya veíamos)
• Fiestas ciudadanas organizadas por la concertación.
• Las fiestas políticas de cambio de mando, específicamente la ultima que recibió Michel Bachelet como presidenta de chile.
• La debilidad ideológica del voto contra el modelo manifestado ampliamente por el PODEMOS, es evidente que dicha debilidad se sumo a la alternativa del mal menor y no a la alternativa del voto Nulo.

Acumulación de fuerzas para la construcción del poder popular

La caracterización nacional presentada, nos sitúa en una posición de desventaja, pero a su vez, nos plantea una inmensa labor y nos demanda poseer una fuerte convicción por la necesidad de cambiar radicalmente esta realidad; de transformarla y paralelamente ir avanzando en la construcción de una sociedad socialista y el tipo de sujetos a construir con una alta condición de ética y valores socialistas que debemos construir desde hoy hasta el porvenir.

de esta misma forma no podemos definir nuestra acción en contextos aislados y voluntariosos según nuestros deseos, debemos tratar de pensar nuestra práctica en relación al conjunto de la sociedad, a la totalidad de los que hoy vivimos bajo la iniciativa política, económica, social y cultural de los dueños del poder.

Es precisamente por esto y tratando de ser coherente con algunos elementos planteados anteriormente, relacionados con lo objetivo y lo subjetivo, que hoy se debe avanzar en impulsar procesos de luchas sociales y populares, capaces de articular la dimensión objetiva de la desventaja social de los sectores marginales y populares, esto unido paralelamente e ir entregando o mas bien construyendo una nueva subjetividad al calor de estos elementos, una subjetividad relacionada con la identidad de clase, con el entendimiento de la articulación de sectores políticos y sociales en los procesos de lucha, que tenga que ver con la noción y la confianza en las propias fuerzas del pueblo, que por lo general siempre han demostrado poseer grandes dosis de subjetividad; expresada en audacia, innovación, creatividad lealtad, etc.

Hace años, las tendencias impuestas señores del poder que aquí se han mencionado y caracterizado de forma débil, han ido encontrando respuestas sociales por parte de actores protagonistas de su presente en el contexto del mundo político popular, muchos y de diversas maneras, con aciertos y desaciertos han tratado de avanzar en la construcción de respuestas sociales y políticas al actual modelo, es importante tener presente que la iniciativa de los poderosos hoy no carece de respuesta, son múltiples las luchas colectivas que tienden a reaccionar y construir la formas de organización y expresión que hoy surgen en la independencia de los postergados, luchas aisladas y con objetivos limitados característicos de los movimientos sociales y el expontaneismo que se ve reflejada en las luchas cotidianas sin prever las medidas de la reacción tanto políticas, económica como represivas, sin aspiración real de poder, pero independiente de esto estos hermanos en la trincheras hoy comprenden la necesidad de pasar a una etapa superior de organización del pueblo en pos de la construcción del poder popular.

Es así como es importante rescatar y nombrar algunas expresiones político-organizativas de sectores populares y marginados de nuestra sociedad:

La Lucha del Pueblo – Nación Mapuche.

Las luchas de los estudiantes universitarios.

Las luchas de los deudores habitacionales del Serviu.

La lucha de los “Sin techo” o Allegados Habitacionales.

Las Luchas por la libertad de los Presos políticos y las que ellos emprendieron al interior de las cárceles de esta democracia neoliberal.

Protestas y Movilizaciones populares de carácter anti Imperialistas (Marchas y protestas Anti- APEC)

Movilizaciones masivas de los estudiantes secundarios en distintos sectores del país.

La generación de preuniversitarios populares y organizaciones, culturales a nivel territorial-poblacional en diversos sectores de Chile.

Movilizaciones del Movimiento indígena – Ecologista en contra de la construcción de la central Hidroelectrica Ralco.

La Lucha de los pescadores artesanales.

La Lucha de los pensionados. etc.

En Chile hoy ya no se encuentra ante grandes conglomerados sociales en áreas productivas, tampoco nos encontramos a polos de desarrollo que contengan a sujetos con una identidad colectiva fuerte; y es en este sentido donde cobra vigencia lo territorial, como espacio para la construcción social de una alternativa al actual modelo, el territorio como un lugar donde se expresan las múltiples contradicciones del modelo, la pobreza en todos sus planos, la drogadicción impuesta por la mano negra de los poderosos, el hacinamiento, la delincuencia entre pobres, la violencia intrafamiliar, la carencia de acceso a bienes de uso publico y un sin fin de elementos que hoy caracterizan la realidad de los territorios.

Conclusiones y tareas

Si bien este escenario nos debe situar en una perspectiva futura, donde no nos debe llamar al descanso y el relajo, debemos intentar mirar con una altura que nos permita ver los errores, buscar caminos de superación y alternativas para invitar a los mas y ser mas unidos entre los que hoy estamos mas o menos convencidos que esta realidad debe ser distinta y similar a nuestros sueños.

Los hechos y fenómenos mencionados anteriormente dan cuenta de una lenta y sostenida acumulación de fuerzas social y política por parte de la amplia oposición antineoliberal, (periodos demasiado lentos) no podemos dejar de mencionar que hoy son grandes los desafíos que se plantean, algunas de estos son:

1. Situar nuestras expectativas en relación a nuestras capacidades reales de construcción, entender que lo que podemos y no podemos hacer esta determinado por nuestra fuerza propia y el contexto en el que nos ubicamos. De lo contrario podemos caer en la frustración de no cumplir con las tareas y los objetivos que nos planteamos ambiciosamente. Las luchas del pueblo crecen y se fortalecen con victorias, no con derrotas.

2. Superar el nivel de dispersión existente en esta oposición, superar la fragmentación y la falta de confianzas políticas existentes. Planteando expectativas reales en torno a los objetivos que presupone la unidad popular y la articulación hoy en día.

Articularse para actividades especificas, para coordinar acciones, trabajos colectivos, etc. no es mejor ni peor que coordinarse para construir un programa de lucha y una orgánica para el largo plazo; el sentido siempre lo impone nuestra realidad y nuestras capacidades, siendo este un gran objetivo pendiente.

3. Crecer en la capacidad de construir solidaridad real en las luchas y los procesos de construcción de alternativas al modelo, debemos ser capaces de abrir nuestras parcelitas y esfuerzos para fortalecer experiencias que bajo una lectura objetiva y materialista de la realidad, resultan ser beneficiosas para el conjunto del campo popular. No olvidemos que si a nuestros compañeros les va bien, nos va bien a todos.

4. Avanzar en construir una política que sea de lucha rebeldía e intransigencia con nuestros enemigos de clase, pero que promueva consensos al interior de la trinchera (de los que luchan)

5. Avanzar en la socialización de experiencias de construcción popular, es imposible avanzar en la articulación si no somos capaces de abrir nuestras experiencias a nuestros hermanos y hermanas de lucha; no podemos cuestionar nuestras verdades, si no somos capaces de abrir las nuestras y sobre todo abrirnos a conocer las de los otros.

6. Instalar en nuestras lógicas la necesidad de irradiar hacia el resto de la gente una profunda sensación de amor y dignidad por lo que hacemos, una manera de avanzar en el convencimiento de amplios sectores, es mostrándonos como decimos que somos, solidarios, afectuosos y por sobre todo, consecuentes en nuestra vida cotidiana, consecuentes en las mínimas expresiones, consecuentes en nuestros espacios de discusión, creación, construcción, territorio y organización política.

7. Crecer social y políticamente con la convicción de que el pueblo avanza con su independencia de clase, de que mas allá de su adhesión –orgánica o no- a una organización política u otra, lo relevante es que sean estos sectores del pueblo los que se sientan protagonistas de su presente, constructores de sus estrategias y de su poder, de su ejercicio del poder popular.

Los militantes de las organizaciones revolucionarias y progresistas del presente deben asimilar este elemento; es una amenaza a largo plazo no pensar en esa dirección. Esto tiene que ver con la necesidad de ir facilitando, orientando y aportando en el proceso de construcción del poder del pueblo, sin ser nosotros los que capitalicemos eso para ideas exógenas a la inmensa complejidad del campo popular, sino que sea la misma estrategia de poder de los pobres y sectores amplios de la población, la que valla construyendo su visión, su programa (Máximo-Mínimo), su herramienta, sus formas de lucha, etc.

8. Avanzar en la generación de una política de construcción que este dirigida a los no convencidos, a los sectores sociales que por motivos hoy no se encuentran, en procesos de lucha y construcción, eso implica ponerse en el lugar de los otros, de ser humildes frente a nuestras verdades y aceptar la diversidad de realidades y verdades existentes al interior del campo popular.

9. También se hace presente aquí la necesidad de plantear como tarea la generación de procesos de evaluación y planificación de los procesos de construcción político-social a nivel local; procesos de planificación y balance que sean cada vez mas similares en lo metodológico, para ir construyendo balances locales que permitan ir asimilando la realidad concreta de cada sector y territorio.

Estos Balances pueden tender a evaluar elementos como:

  • Visualización de ejes sociales de aglutinamiento a nivel territorial.
  • Capacidad real de influencia política -más allá de la adhesión orgánica de sujetos específicos en los sectores o territorios.
  • Capacidad de entregar conducción política.
  • Capacidad para especificar los lineamientos globales de las organizaciones o núcleos políticos en el plano local-territorial, etc.

10. Ser capaces de ir construyendo una estrategia de poder en el plano cotidiano, es desde ahí, por medio de la inserción sectorial y territorial, de donde surgirán los elementos de una estrategia, una táctica; desde la relación inmediata con la realidad social, no desde una relación mediada por interpretaciones y datos que por mas bien intencionados, no representan la totalidad y la complejidad que contiene la realidad del campo popular y sectores amplios que hoy vivimos bajo la iniciativa política, económica y cultural de los dueños de la riqueza.

Esta idea sostiene aún más en las condiciones actuales, donde, a diferencia de antes, no existen sujetos colectivos capaces de interpretar y realizar proyecciones a partir de abstracciones y elaboraciones macro de la sociedad. Esa fuerza teórica e intelectual de los revolucionarios hoy no existe en forma concreta.

Hoy es necesario pensar con un sentido real y no como consigna etérea o del mañana que no llega solo, el tema de la unidad popular, de los revolucionarios, eso se debe expresar en la actitud humilde de las organizaciones políticas y sus dirigentes, debemos ser capaces de pensar que este proceso es mayor que cualquiera de nuestras organizaciones, mayor y superior cualitativa y cuantitativamente. Debemos tener convicción en la convergencia, no solamente en la posibilidad de dirigir estos procesos mayores de reagrupamiento de los revolucionarios.

Frente a esto: ¿Como construir alternativas para los mas?, ¿cómo proponer alternativas, cuando el modelo efectivamente entrega respuestas, cuando el modelo y la clase política, entregan beneficios en periodos electorales por unos votos mas y unos votos menos?

Este sin lugar a dudas es uno de los grandes desafíos que nos impone el actual periodo, un desafió que debería tener un correlato directo con la construcción de una sensibilidad y un sin fin de habilidades al interior de esta franja de militantes políticos, que apunte hacia las mayorías, hacia la vivencia cotidiana de los desposeídos y no la auto referencialidad político - ideológica de nuestros pequeños espacios de construcción, la auto - referencialidad de nuestras limitadas, locales, parciales experiencias.

Esto debería orientarnos a pensar líneas de acción política que se dirijan a sectores sociales mas amplios que los que puede englobar un concepto clásico y limitado de pobreza, lo importante es ser capaces de articular estas denuncias y propuestas políticas con la característica de clase que atraviesa a la totalidad de dichas problemáticas; nadie puede negar que el endeudamiento posee una dimensión de clase como factor explicativo; la estigmatización de la mundo popular de la misma manera. Nada nos puede llevar a dejar de lado, elementos que esta sociedad produce de forma adversa para las grandes mayorías; la lucha contra el neoliberalismo es una lucha por el ser humano, la construcción de la unidad popular, es la construcción de un mañana socialista, un vida justa, solidaria para todos.

POR LA UNIDAD POPULAR Y EL SOCIALISMO: LA PATRIA VENCERA